Las ermitas rurales, pequeñas iglesias alejadas de los cascos urbanos –a veces no tan pequeñas ni tan alejadas-, a menudo forman parte de un patrimonio infravalorado fuera de los límites de sus municipios, más allá del cariño que despiertan en sus vecinos y en quienes vuelven a ellos para participar en las tradicionales romerías anuales. La Comunidad de Madrid conserva un buen puñado de ermitas, muchas de ellas todavía en uso, e incluso algunas, dentro de los límites de la capital. Recordaremos en este reportaje cuatro de ellas, con muchas características en común y de un mismo momento, el siglo XVII.
Las cuatro se sitúan en zonas rurales transformadas, algunas muy recientemente, por la cercanía a la capital. La primera en la que nos detendremos es la de la Virgen del Espino, unos cuatro kilómetros al norte de Daganzo de Arriba. Las fuentes nos dicen que éste es el único vestigio conservado del antiguo pueblo de Almazanejo, aunque la ermita estaría en el emplazamiento de una iglesia anterior, pues Almazanejo parece haber quedado despoblado en el siglo XVI. La ermita actual, salvada de la ruina por los vecinos en los años 80 del siglo pasado, y recientemente restaurada, tiene una nave rectangular, de ladrillo y cajones de mampostería al exterior, con un cuerpo más alto, correspondiente a la capilla mayor. Debió tener, al sur, un atrio que figura en los planos del siglo XIX y del que se encontraron indicios en la excavación arqueológica que se hizo coincidiendo con la restauración. Cada año, a comienzos de septiembre, acoge una romería popular.
En la comarca, a no mucha distancia, se encuentran dos ermitas cortadas por el mismo patrón que la de Daganzo: están en Fuente el Saz del Jarama y Los Santos de la Humosa. La primera, la Virgen de la Ciguiñuela, repite las características de la ermita del Espino, aunque sigue en uso como capilla del cementerio de Fuente el Saz. Es, por tanto, un edificio de tradición mudéjar asentado a escasa distancia de un arroyo, cuya planta reproduce la de Daganzo (aunque sin la sacristía, añadida más tarde en el Espino en la fachada trasera), e incluso comparte la fecha de la romería, en los primeros días de septiembre. Los estudios realizados distinguen dos fases en la iglesia, la antigua, más alta, correspondiente a la capilla mayor, y la segunda, a la nave principal.
Este mismo esquema, de nuevo con la sacristía posterior, reaparece en Los Santos de la Humosa, donde se sabe con certeza que la ermita se terminó de construir en 1684. Respecto a las otras dos que hemos visto, la iglesia de Los Santos conserva un porche sobre el acceso principal, lo que le da un cierto aire rural. La romería que la mantiene viva coincide de nuevo con la llamada “Virgen de Septiembre”, en torno al día 8 de ese mes.
Por último, visitaremos una ermita distinta. La de un antiguo pueblo incorporado a Madrid en los años centrales del siglo XX, Barajas. Una ermita de grandes dimensiones, como las que hemos visto hasta ahora, también de ladrillo, con la capilla mayor más alta y con una sacristía en la parte de atrás. Pero lo que distingue a esta iglesia de Barajas es que, lejos del carácter rural de sus orígenes, en la actualidad se halla… en el centro de una rotonda. Pese a ese discutible destino, se trata de un templo muy apreciable desde el punto de vista artístico, un hito sorprendente en medio de un nudo de comunicaciones. Un hito, en fin, que nos recuerda que no conviene olvidar el pasado rural que tiene esta Comunidad de Madrid en la que vivimos.