Valores, amistad, tradición y diversión a partes iguales

Este año la Peña Los Mingas cumple, nada más y nada menos que medio siglo. ¿Se imaginaron alguna vez este grupo de amigos que iniciaron esta peña que iban a llegar a su cincuenta aniversario? Pues no lo sé, pero lo que sí está claro es que la amistad, el respeto y el trabajo de aquellos que fundaron Los Mingas han sido el ejemplo para las generaciones que vinie­ron después.

Miguel Remiro, actual presidente de la peña, nos cuenta cómo un día, a principios de verano de 1970, dos de los chicos del grupo de amigos que quedaban en las esca­leras del ayuntamiento, propusieron crear una peña taurina de cara a las fiestas patro­nales que se celebran en septiembre en ho­nor a la Virgen Nuestra Señora de la Con­solación. Esos dos chavales fueron Juan Antonio Juzdado “Chipy” (que en paz des­canse) y Juan Cruz Garnica.

“Varias semanas después las fiestas se echaban encima y no se percibía ningún in­terés en el asunto. Para disipar dudas, los propios promotores convocaron una reunión en el bar ALIPIO. Aquello fue un desastre. Después de una buena demostración de ju­ventud, no exenta de su correspondiente tensión, la mitad abandonó la sala y otras 15 ó 20 personas se quedaron. Lo más des­tacable de esta junta fue que Antonio del Fresno «CEBOLLA», hizo un listado de los presentes y se aprobó: buscar un patrocina­dor que nos ayudara al menos con las ca­misetas, cada socio tenía que comprarse un par de pantalones blancos y unas zapatillas de esparto azules, entregar 100 pesetas se­manales durante las siete que quedaban por delante y pensar el nombre del grupo. Juan Antonio fue quien propuso Peña Los Min­gas y fue aceptado por unanimidad”, nos cuenta Miguel.

A los pocos días la peña ya tenía patroci­nadores, fueron Pinturas y decoración Felipe de la Guerra y Euca que les ofrecieron 100 camisetas. Pero las cuentas no salían, “el día antes de las fiestas tenían un capital de 4.900 pesetas. Los siete que habían cum­plido el compromiso de abonar la cuota se repartieron dos camisetas para cada uno y quedaron en reunirse a la puerta del Ayun­tamiento al día siguiente, para participar, ya como peña, en el Pregón. Con algo de miedo y vergüenza, una caja, un bombo y unos platillos que entonces no sabían usar ni tam­poco quién los había prestado, estuvieron los siete donde habían quedado”, recuerda el presidente de Los Mingas.

Izq. Los Mingas en las fiestas patronales de 1980. Dcha.: En una corrida de toros en Pozuelo de Alarcón en el año 1978.

Tuvieron que hacer mucho ruido con ese bombo y los platillos porque a partir de ahí todo se precipita y los que no habían cumplido con los pagos, se ponen al día para poder participar como miembros de la peña, de hecho, nos dice Miguel, que les invitaron a cenar en Josmar y nunca supieron quién pagó la cena. Pero ¿qué es una peña sin música? Para agrade­cer la cena quisieron dar la murga, pero no tenían instrumentos por lo que decidieron pedir ayuda a tres per­sonas, que según Mi­guel Remiro “fueron el alma y gran parte del cuerpo de esta Peña, hasta que Dios quiso: «CALILI», «EL PUTO» y «EL GRA­SAS» y un año o dos más tarde se incorporó otro gran señor, «EL RUBIO». Estas queridas, maravillosas y ca­rismáticas personas se nos unieron inmediatamente. Para saber lo que esto significa, tenemos que analizar y valorar el momento. Eran las personas más mayores del grupo, pa­dres de familia, el resto éramos todos muy jó­venes, no tenían nada que ofrecer a cambio, no tenían dinero, los horarios en las fiestas eran caóticos, desde la mañana hasta la noche, no teníamos un pro­grama coherente, pero ellos sí confiaron en ese grupo de chava­les”.

Esos cuatro Mingas dieron a los jóvenes de la peña una lección de generosidad, amis­tad, respeto, compañerismo, humor, alegría, vitalidad y trabajo. Ese ha sido el legado que se ha ido transmitiendo a todos los miembros desde que ingresan en la peña. Ese primer año de fiestas la música del CA­LILI, EL PUTO, EL GRASAS Y EL RU­BIO no paraba nunca, “de hecho sus labios se hincharon el primer día y ya no volvieron a su estado natural hasta pasados los siete restantes”, recuerda Miguel. No podemos olvidar que CALILI fue el compositor de las letras del himno de la peña y de un pa­sacalle que se escucha y se canta desde los primeros años de la fundación de Los Min­gas. Fue un primer año de fiestas memora­ble.

Izq.: Varios miembros de la peña Los Mingas portando la Virgen de la Consolación en procesión en el año 1982. Dcha.: Los Mingas en una tirada al plato en 1973.

Al término de las fiestas de ese año se nombra la primera Junta Directiva, con Fe­lipe de la Guerra a la cabeza y con Juan Cruz Garnica como tesorero. Al año si­guiente fueron muchos más los que se die­ron de alta.

Siempre han estado ligados a la Insepa­rable, lugar de reunión desde que se fundó, y en la actualidad la peña se reúne una o dos veces al mes para planificar los distintos actos en los que participan a lo largo del año: campeonatos de mus, capeas, conciertos, cabalgata de reyes…

“Te puedo decir que fuimos la primera peña que entró a la plaza de Toros de Ma­drid, con charanga y merienda, previo per­miso de la presidencia, un 26 de mayo de 1979”, nos cuenta Miguel con orgullo.

Durante los ocho días que duran las fiestas patronales, Los Mingas siguen alegrando las calles del pueblo de Pozuelo de Alarcón, con su música y alegría, pero no se olvidan nunca de aquellos mingas que ya no están con ellos realizando, al inicio de las fiestas, un acto en el cementerio municipal en su honor. De esta manera recuerdan los valores de aquellos Mingas que sin permiso y sin avisar se fueron “dejándonos una insopor­table huella y tristeza en el corazón”, nos dice con pesar Miguel Remiro.

Los Mingas, cuyo nombre procede de la palabra mingada (reunión de amigos), llevan 50 años juntándose y deseamos de corazón que sigan por lo menos otros 50 más, lle­nando de ilusión, diversión y tradición las calles de Pozuelo de Alarcón.

Texto: Ayer&hoy Fotos: Cedidas por la Peña Los Mingas de Pozuelo de Alarcón