Carlos Caballero / Arqueólogo Colegio Profesional de Arqueología de Madrid

Decíamos ayer (ayer fue hace tres años…), en una entrada de esta misma serie, que una de las características de la Feria del Campo fue la convivencia de dos estilos contrapuestos: el movimiento moderno y el regionalismo. Nos detuvimos entonces en los edificios vanguardistas, pero prometimos volver para prestar a los regionalistas la atención que merecen.

Volvemos hoy a la Casa de Campo, a comprobar cómo sus pabellones regionalistas son la expresión más elocuente que hoy conservamos del lema que animaba a toda la Feria: llevar el campo a la ciudad.

Haremos un corto recorrido por este patrimonio singular que, pese a sus vaivenes, se conserva aún hoy en Madrid y veremos cómo, en la mayoría de los casos, se optó por construir, a la manera de trampantojos, fachadas que imitaban los estilos de cada región y, tras ellas, disponer edificios funcionales.

Comenzaremos donde nos detuvimos tres años atrás, junto a los representantes del movimiento moderno, pues inserto entre ellos está el Pabellón de Valencia, noble edificio construido para la IV Feria del Campo (1959). Envuelto entre palmeras, recuerda a una casa de campo valenciana, destacando, en sus fachadas, los paneles de azulejos que reproducen la heráldica local. Alterado por un largo uso como restaurante, el Pabellón de Valencia ha sido recientemente restaurado y adaptado para nuevos usos.

Pabellones de Madrid y de Cantabria (Fotos: Carlos Caballero).

Caminaremos después hasta la Avenida Principal, donde se encuentran la mayoría de estos pabellones regionales casi siempre, reconvertidos en lugares para eventos. Pararemos ante el Pabellón de Cáceres que se construyó para la II edición de la Feria (1953), con el concurso del arquitecto Fernando Hurtado. Cuenta con una reproducción de la Torre de Bujaco y, a menor escala, del Arco de la Estrella, ambos situados en la Plaza Mayor de Cáceres.

Justo enfrente, encontraremos la Masía Catalana: en un cruce de calles nos sorprende una torre troncocónica coronada por una veleta que representa a un conjunto… ¡bailando una sardana! Estamos frente al Pabellón de Cataluña que, en la configuración que ahora vemos, de 1959, debida a Carlos Marqués, se conoció como “la Masía Catalana”. Además de esta torre que hemos visto al llegar, la Masía cuenta con un amplio patio en torno al cual se dispusieron los pabellones provinciales. Los detalles, muy cuidados (como la simpática veleta), reproducen rasgos propios de la arquitectura catalana, como el esgrafiado que decora una de las fachadas del patio o las tracerías góticas que ennoblecen las ventanas de la fachada lateral.

Izq.: Masía catalana. Centro: Pabellón de Cáceres. Dcha.: Torre troncocónica del pabellón de Cataluña.

Crucemos la calle, aventurémonos por la pendiente que se nos ofrece enfrente: en medio del pinar hallaremos una casona montañesa: es el Pabellón de Cantabria, construido por Francisco de Asís Cabrero y Jaime Ruiz, en 1959, para la IV Feria del Campo, aprovechando los restos de una casona cántabra trasladados a Madrid. Es el mejor ejemplo del trampantojo del que hablábamos, con una airosa fachada con escudo nobiliario y recia sillería señalando las esquinas. Hoy, alberga dependencias de la policía municipal.

Y llegamos al Pabellón de Madrid, provincia que no tuvo uno propio hasta 1959. Al edificio se accede por un amplio patio decorado con azulejos que recuerdan los milagros de San Isidro Labrador. El edificio, funcional y moderno, conjuga perfectamente los avances del Movimiento Moderno vigentes (grandes cristaleras y líneas sencillas), con el regionalismo impuesto en el discurso de estos pabellones locales: arquerías propias de una venta manchega y un amplio espacio para disponer los aperos de labranza. Salvado de la demolición que para él se propuso, y del abandono que afectó a otros edificios de la vieja Feria, terminamos nuestro recorrido invitando a visitar estos pabellones (y otros que no cabían aquí) y a detenerse en el mercadillo de productos agrícolas madrileños que, cada primer sábado de mes, se organiza en el Pabellón de Madrid, materializando, hasta la cuadratura del círculo, la idea de traer el campo a la ciudad, en este caso, traer a Madrid el campo madrileño.

(El artículo al que complementa este se publicó en el número de octubre de 2021, y puede consultarse aquÍ: https://noroeste.ayeryhoyrevista.com/tres-pabellones-de-la-feria-del-campo-el-movimiento-moderno-en-madrid-anos-50/).