La pasión por su trabajo, tanto de pintura como de enseñanza, queda reflejada en cada trazo de sus cuadros, transmitiendo arte tanto al espectador que admira sus obras como a sus alumnos que aprenden de él. José Luis Martín de Vidales, vecino de Boadilla del Monte, nos sorprende con su exposición en el palacio del Infante Don Luis en Boadilla. Desde el 6 de septiembre hasta el 27 de octubre podremos deleitarnos con las obras realistas de escenas costumbristas del ambiente madrileño. Una exposición que no hay que dejar pasar de este gran artista cuyo estilo es siempre reconocible sin estar encasillado en una misma técnica.
“Cuando el cuadro expresa algo por sí mismo, incluso sin terminarlo, te das cuenta de que el cuadro funciona”
Pregunta.- ¿Quién te inculcó el amor por el arte?
Respuesta.- Por un lado, en COU tuve un profesor de historia del arte buenísimo y la verdad es que me gustaba y por otra parte, mi tío, que era médico, le gustaba la pintura y se pasaba las horas pintando. Me gustaba ir a verle pintar, empecé con 17 años y un poco como alternativa de estudios porque no me gustaba nada estudiar. He de decir que mi profesión al principio no fue vocacional, no se me habría ocurrido en la vida, pero al final me gustó y me metí a Bellas Artes. Nunca me ha faltado trabajo, durante muchos años he estado en empresas relacionadas con la publicidad, revistas, maquetación…, todo ello combinándolo con las clases de pintura y con mi carrera como pintor.
P.- ¿Cómo empiezas en el mundo de la enseñanza?
R.- Empecé a dar clases en Villaviciosa de Odón en el taller municipal, en el último año de carrera. Al principio estuve en el taller infantil y luego me ofrecieron quedarme con el taller entero, con la contrata. Estuve veintidós años llegando a tener doscientos alumnos mensuales, siempre compaginándolo con otros trabajos, hasta que abrimos en Boadilla la tienda especializada en arte, Art-3, hace ya 18 años. Aquí tengo mucho trabajo con clases por las mañanas y por las tardes, tenemos una ocupación plena y con lista de espera.
P.- ¿Recuerdas tu primera exposición?
R.- ¡Sí! Estaba en segundo de carrera, con 19-20 años, fue en Villaviciosa de Odón, en lo que se conocían como las Escuelas de Santa Ana. Me ofrecieron la posibilidad, fue mi primer contacto con el mundo de las exposiciones y la verdad es que funcionó fenomenal, vendí un montón de cuadros. A partir de ahí, durante esos años, te puedo decir que casi prácticamente todos los años exponía. Lo he hecho en el Palacio de Godoy, el café del Infante o en el centro Cultural y casi todo lo tenía vendido.
P.- Ahora expones en Boadilla, ¿es tu primera vez en la localidad?
R.- La exposición se inaugura el 6 de septiembre y va a estar hasta el 27 de octubre en el Palacio del Infante D. Luis, en la sala de música. Una exposición de casi dos meses y estoy encantado porque además es una época buenísima, para mí el otoño en Madrid es lo mejor que tenemos, la gente se pasea, los jardines del palacio invitan a ello. Es mi primera exposición en solitario en Boadilla, aunque he participado en alguna cosa colectiva como los premios de pintura rápida.
P.- ¿Te defines más como artista, como profesor o ambas?
R.- No soy ni un artista profesor ni un profesor artista, lo que hago en cada momento lo hago con la máxima dedicación, ilusión y vocación. La verdad es que a mí la vocación me ha llegado trabajando, no me tira más una cosa que la otra, francamente. Vivo de las clases, la pintura no la voy a dejar de hacer nunca, además, creo que tengo la suerte de que el día de mañana cuando me retire, podré seguir pintando toda mi vida, con lo cual no me voy a retirar nunca, sin embargo, las clases sí que habrá un momento en el que diga tengo que parar.
P.- Supongo que tanto pintar como enseñar te aportarán distintas cosas, ¿no?
R.- Todo va de la mano. Por lo pronto te ayuda a estar en evolución constante, si no hubiera evolucionado a lo largo de mi carrera buscando cosas nuevas, no tendría la demanda o la fidelidad de los alumnos que tengo, hay gente que lleva 16 años conmigo en la escuela. Al evolucionar como artista, sin darte cuenta va evolucionado toda tu escuela. Se complementa una cosa con otra.
P.- ¿Con qué estilo te identificarías?
R.- Mi estilo es reconocible siempre, pero lo que no estoy es encorsetado en un mismo tipo de trabajo, aunque para los puristas sea algo censurable. He pintado siempre lo que quería en cada momento, pasando del realismo a una tendencia a la abstracción -abstracción pura muy poco- luego figurativo, realista, hiperrealista; he hecho de todo, lo que menos acuarela que la he retomado últimamente. He pasado por todas las técnicas sin estar sujeto en una sola dirección.
P.- Pero ¿con cuál te identificas más?
R.- La verdad es que no te lo puedo decir. El máximo reconocimiento lo he tenido con una serie que se llamaba “Pareidolia”, no tiene nada que ver con el resto, son cuadros que están basados en una mancha que puede surgir, por ejemplo, de mirar las nubes y a partir de ahí la desarrollas. Con esta serie es con la que más premios he conseguido. Voy por épocas, si ves mi trayectoria, he ido cambiando, investigando nuevas técnicas como el transfer, que es una transferencia de imagen desde el papel al lienzo y me gustó. Estuve con ella ocho o diez años, pero ya llega un momento que en cuanto controlas el transfer perfectamente, empiezas a aburrirte y cambias. Con la llegada de la Filomena, empecé a pintar temas de Madrid. De hecho, en la exposición de Boadilla, prácticamente son paisajes de Madrid, escenas de tipo costumbrista del ambiente madrileño y la zona de la Gran Vía, me encanta. Muchos de ellos son nocturnos, que es algo que no se ve tanto.
P.- ¿Cuándo decides que un cuadro está terminado?
R.- Francamente, cuando me gusta o cuando el cuadro expresa algo por sí mismo incluso sin necesidad de terminarlo y te das cuenta de que el cuadro funciona. Pinto mucho en tabla y me gusta dejar la madera a la vista, esos espacios que para algunos tienen el concepto de que no está terminado, para mí no es así, la madera aporta al cuadro, el resto lo tiene que poner el espectador, el que está observando el cuadro.
P.- Has recibido numerosos premios, pero ¿hay algún premio que te haya hecho especial ilusión?
R.- El que gané en Pozuelo de Alarcón me encantó. Tenía claro qué cuadro presentar y sabía que algún premio de los tres me llevaría, pero fue muy gracioso todo el desarrollo. Hay unas bases que dicen que no te van a comunicar nada hasta el día que convocan para dar los premios. Tardaban en comunicarlo, pasó el verano y llamé a Cultura del Ayuntamiento de Pozuelo para ver qué pasaba. Me dijeron que, según las bases, el día de la entrega tenía que ir, aunque no estuviera premiado, porque no se desvelaba hasta ese momento. Les comenté que por trabajo me iba a ser imposible y que ir para nada, como que no. Al cabo de las horas me llamaron y me dijeron que debería ir, sin decirme si había ganado, pero insistieron mucho en que fuera. Ahí supe que había ganado un premio y finalmente me llevé el primero. Fue con un cuadro de la serie “Pareidolia”, me encantó porque está en tu entorno, en Pozuelo en la entrada del Centro Cultural MIRA, que todo el mundo que va allí lo ve.
P.- ¿Tienes algún pintor de cabecera?
R.- ¡Eso sí que es difícil! Hay gente que me encanta, muchísima, pero que sea un referente, no. Me gusta mucho Barceló, Antonio López, Jeremy Mann, un pintor americano que es contemporáneo… Creo que todos me aportan, pero quizá el que me haya podido influir más en algún momento ha sido Barceló.
P.- ¿Tienes algún sueño por cumplir?
R.- Por supuesto, es un sueño facilísimo y comodísimo, cuando llegue el momento de retirarme, quiero hacerlo en el típico pueblo costero, en una casa en la que pueda tener mi estudio y seguir pintando al lado del mar.
Texto y fotos: Kathy Montero