Probablemente visitemos hoy el hospital más antiguo de la ciudad de Madrid, el de la Venerable Orden Tercera de San Francisco (VOT). Quienes sigan esta serie recordarán que tiempo atrás nos detuvimos en la capilla que esta misma Orden construyó a corta distancia de donde se localiza el Hospital, comenzado a levantar en 1679, como enfermería destinada a atender a los hermanos franciscanos. No entraremos, por tanto, en pormenores sobre la creación de la VOT, que ya tratamos al hablar de esa capilla tan especial, y nos centraremos en el Hospital. Si caminamos hacia él bajando por la Gran Vía de San Francisco, lo primero que llamará nuestra atención será un chapitel empizarrado característico de tantos edificios del Madrid del XVII, que aquí se yergue sobre una discreta fachada; sigamos caminando: la primera sorpresa nos aguarda al volver la esquina.

Se ha destacado a menudo que la fachada a la estrecha calle de San Bernabé es uno de los grandes hallazgos del edificio, pues remite al dinámico barroco romano de Borromini más que al tradicionalmente más sobrio que, en el siglo XVII, usaban en Madrid arquitectos como Teodoro Ardemans, que también dejó su impronta en este edificio, aunque en su menos conocida faceta de pintor, que ejerció como discípulo de Claudio Coello: nada más entrar en el Hospital, nos recibe una imponente escalera imperial cubierta por bóvedas decoradas por Ardemans, en uno de sus primeros trabajos como pintor, colaborando aquí con Tomás García. Esta escalera nos deja en el piso superior, donde una galería acristalada se asoma al acogedor jardín interior que ocupa el claustro, un rincón de paz insospechado en un edificio situado en una de las vías más transitadas de la ciudad.

Imágenes del interior de la capilla, la de la izquierda de Carlos Caballero, y la de la derecha, cedida por la Venerable Orden Tercera.

El siguiente hito que nos espera será comprobar cómo el Hospital cobija una excepcional colección de obras de arte, tanto de pintores como Carreño de Miranda, Antonio de Pereda o Van Dyck, como de escultores de la talla de Agustín Querol. En las paredes de la galería, ahora acristalada, cuelgan decena y media de cuadros de gran calidad, que convierten este pequeño hospital en una pinacoteca digna de visitarse. Pequeño, decimos, comparado con el concepto hoy vigente de lo que es un hospital, pero en el momento de su creación, la Enfermería de la VOT podía acoger, en sus ocho salas para enfermos, a la nada despreciable cifra de 200 personas.

Nos queda por ver la capilla, inundada por la luz natural que se abre paso por las ventanas de la bóveda, que es la pieza más destacada dentro del joyero barroco que es el Hospital. Fue la última estancia del edificio en construirse, ya en el último decenio del siglo XVII, y está presidida por un retablo neoclásico que destaca por su contundente arquitectura. La iglesia es una obra diseñada por José de Arroyo en la que encontramos, de nuevo, huellas de la mano de Ardemans, escogido, según la documentación histórica, “por la experiencia, y satisfacción que tiene el señor Cardenal de ser este Maestro de los buenos que hay en la Corte”.

Izq.: Portada de la capilla. Centro: Entrada del hospital. Dcha.: Escalera principal

Menos conocido que otros monumentos del entorno por mantener la función hospitalaria que le dio origen, la Enfermería de la VOT, un edificio barroco romano y madrileño, pero neoclásico también, merece una visita sosegada sin olvidar que, tras esos muros cargados de historia y de obras de arte se sigue practicando la medicina y hay enfermos que están siendo atendidos con la calma y la profesionalidad que merecen.

(El artículo al que complementa este, dedicado a la Capilla de la VOT, puede leerse aquí: https://ayeryhoyrevista.com/capilla-del-cristo-de-los-dolores-la-mas-tipica-iglesia-de-madrid/. Puede prepararse la visita en esta entrada del blog “Mirador Madrid”: https://www.miradormadrid.com/hospital-de-la-vot-una-joya-escondida/)