El patrimonio generado por la red de caminos construidos en torno a Madrid a partir del siglo XVIII es inmenso: si hace unos números nos deteníamos en dos puentes en el camino de Somosierra que dieron servicio a la carretera de Francia, hoy nos centraremos en otros tres, del mismo momento, que sirvieron a la red de caminos trazada en torno a El Escorial. Los tres, en desuso, son ejemplares muy notables de una época en la que la construcción de puentes estaba alcanzando en España un nuevo momento de esplendor.
Partiendo desde Madrid, el primero que encontramos es el Puente del Retamar, sobre el Guadarrama, entre los municipios de Las Rozas y Galapagar, en el viejo camino de Madrid a El Escorial. Se trata de un puente airoso y elegante, que estuvo en uso hasta no hace mucho tiempo, y que actualmente, desprovisto ya del tráfico, puede contemplarse desde un área recreativa preparada junto al río. Debió construirse en los años centrales del siglo XVIII y conserva su aspecto original pues, a diferencia de otros que aún soportan al tráfico rodado –como el Puente del Rey o el de Segovia, en Madrid- no ha sido ensanchado su tablero para aumentar su capacidad.
El segundo de los puentes en los que nos detendremos es el denominado “de Peregrinos” o “de Peguerinos”, entre Galapagar y Collado-Villalba. Para quien circule por la autopista pasará inadvertido, pero si se pasa por la vía de servicio llamará la atención su fachada imponente, con un poderoso muro de mampostería. No resulta fácil de encontrar, pero quien busque un hueco para dejar el coche tendrá el premio no solo de ver un puente intacto del siglo XVIII, sino también fosilizado un tramo de la antigua carretera de La Coruña. Los lectores habituales de esta serie sobre nuestro patrimonio encontrarán, además, muchas semejanzas entre este puente galapagueño y el que registramos, meses atrás, en Horcajo de la Sierra, sobre el río Madarquillos, pues ambos responden a un plan de puentes que acompañó al trazado de las primeras carreteras radiales, en el último cuarto del siglo XVIII.
Más difícil aún de ver resulta el modesto puente del Tercio, originariamente sobre el arroyo homónimo y, en la actualidad, oculto bajo las aguas del embalse de Valmayor, el segundo más grande de la Comunidad. Su construcción, tan espléndida como sencilla, es obra del cantero cántabro Marcos de Vierna, al que debemos también obras más ambiciosas, como el Puente Largo del Jarama, en Aranjuez, y debió terminarse en los años 60 del siglo XVIII. Cuenta con dos largos estribos que prolongan la calzada y, con un solo ojo, salva el curso del arroyo, de escaso caudal. El puente estuvo en servicio hasta 1972, cuando comenzó la construcción de la presa, y ahora solo resulta visible en épocas de grandes sequías, aunque el camino que daba acceso a él puede verse aún, sumergiéndose en las aguas, si el viajero se desvía del camino de El Escorial y cruza bajo el puente nuevo tras tomar el ramal que se dirige a la urbanización “Los Arroyos”. Cabría, quizás, pedir mejor destino para este puente que solo puede verse cuando la falta de lluvias lo permite; a cambio, la cartelería con que se ha ilustrado el entorno del antiguo camino da al curioso una idea de cómo es ese pequeño e histórico puente, por el que durante un tiempo los reyes pasaron camino de El Escorial, y que hoy resulta tan caro de ver.