Carlos Caballero / Arqueólogo Colegio Profesional de Arqueología de Madrid

Talamanca de Jarama tiene un puente. Un puente airoso que hoy no salva ningún río pero que, por sí solo, merece desplazarse hasta allí, para conocerlo y para recordar que cuando el concejo de Talamanca podía cobrar el pontazgo (una suerte de peaje por cruzar un puente), los ingresos de ese impuesto garantizaron la prosperidad del lugar.

Pero Talamanca no es solo un puente, pues conserva notables testimonios de una intensa historia. Quizás por él cruzó en el siglo IX el Emir Mohamed I, fundador también de Madrid, para encontrarse con un poblado visigodo sobre el que estableció una fortaleza fortificada. De aquel poblado nos quedan los restos descubiertos por las excavaciones arqueológicas sobre las que creció después una iglesia. De ella hoy solo queda un imponente ábside mudéjar al que el pueblo ha bautizado como “Ábside de los Milagros”.

A esta primera “fundación” emiral, pero también a otros episodios posteriores, corresponden los diferentes lienzos de muralla que envuelven a Talamanca, conservando algunas puertas destacadas (en particular, la de la Tostonera, anterior al siglo X), con algunos tramos en proceso de restauración en los últimos años, lo que les permitirá recuperar su pasado esplendor. La parte más moderna del recinto amurallado, del siglo XIV, se atribuye a una iniciativa de un habitual de las páginas de “Nuestro Patrimonio”, el Arzobispo de Toledo Pedro Tenorio.

En el centro de este recinto se erigen dos edificios sobresalientes: el más antiguo es la iglesia parroquial, dedicada a San Juan Bautista que, pese a las muchas vicisitudes sufridas desde su construcción, conserva uno de los mejores ábsides románicos de nuestra Comunidad.

Izq.: Ábside de los Milagros. Dcha. Puente romano de Talamanca

Apenas a unos metros de distancia, a espaldas de la iglesia, se asoma un sobrio edificio al que se accede por una historiada portada barroca. Se trata de La Cartuja, una inmensa casa de labor fundada en el siglo XVII por los monjes cartujos de El Paular para colocar aquí sus almacenes de grano. Detrás del aparejo toledano, que alterna el ladrillo y la piedra para dar forma a sus fachadas, se esconden un gran patio, una capilla, unos almacenes y, en particular, una espectacular bodega datada a inicios del siglo XVIII.

Ya en el siglo XX, Talamanca recibió un encargo inesperado: el de ser escenario de cine. La cartelería de una ruta que recorre las calles nos recuerda que aquí se han rodado en torno a 130 películas, algunas tan conocidas como “Alatriste” o “Los fantasmas de Goya”, varias de ellas en este recinto de La Cartuja.

Izq.: Puerta de la Tostonera. Centro: Entrada a La Cartuja (Fotos: Carlos Caballero). Dcha,; Ábside de la iglesia de San Juan Bautista

Pero no nos olvidamos de lo que nos trajo hasta aquí: salimos de Talamanca para visitar su puente, aquel en el que basó su prosperidad hasta que, en el siglo XV, el caprichoso río Jarama decidió cambiar de curso y, creando un gran meandro, dejó al puente en seco. Es conocido popularmente, como todo buen puente de piedra, como “puente romano”, sin importar mucho cuánto de romano haya aún en él, aunque es probable que éste de Talamanca, al menos en origen, sí lo fuera: algunos estudios lo relacionan con un camino romano que, desde Complutum, en Alcalá de Henares, cruzaría la Sierra hacia la actual provincia de Palencia. El puente creció en la Edad Media hasta llegar a su aspecto actual, se le añadieron apartaderos para contar el ganado y facilitar el cobro de pontazgos y, cuando por fin se retiró de su trabajo de salvar ríos, se jubiló como atractivo turístico para la ciudad a la que había servido, uno más de los reclamos que nos traen a Talamanca.