Hace ya 25 años que el restaurante La Montanera abrió sus puertas en su primer local de la avenida de Europa. Desde entonces hasta ahora, el matrimonio formado por Antonio Cabrerizo y Mar Merino, junto a su hijo Adrián, siguen ofreciendo en la calle Francia número 3, lo mejor de su cocina y su cariño a los comensales que se acercan a su restaurante.

En La Montanera encontramos una cocina de mercado con productos de temporada, pero su seña de identidad, además de los espectaculares ibéricos de Guijuelo, es su gastronomía andaluza. Su gamba cocida de Huelva o sus langostinos de Sanlúcar están sabrosos, su plato La Flor de Atún Rojo con caviar de trufa es una delicia para el paladar, sin olvidarnos de esa freiduría andaluza que elaboran desde sus fogones: boquerones fritos, calamares, salmonetes, pijotas, cazón, acedias… todo riquísimo. En cuanto a los ibéricos, hay que destacar su jamón cortado con gran maestría por el dueño, además del surtido de quesos de la sierra de Cádiz.

Cuentan con una selección de productos escogidos con mimo desde todos los lugares de España: marisco de Galicia, pescados más especiales como los loritos de Almería…, pero no se olvidan de los amantes de la carne ya que ofrecen en su carta un lomo alto de Angus o un entrecot que se deshace en la boca, entre otros platos. Por supuesto los platos de cuchara son otro de sus puntos fuertes con un cocido madrileño o un choco al pan frito muy sabroso. En cuanto a los postres, todos de elaboración casera, destacan el tocino de cielo o la tarta de hojaldre de manzana.

Toda esta espectacular comida la podemos maridar con una gran carta de vinos, todos ellos de bodegas nacionales, destacando una selección especial de jereces y manzanillas, muy acorde con el tipo de comida de La Montanera. Un local acogedor que además cuenta con una bonita terraza exterior recién acondicionada.

Los pilares de esta gran familia de La Montanera son la sencillez de sus platos, con una calidad de primera en su producto y un buen servicio familiar y cercano al cliente. Haciendo honor a su nombre (la montanera es la última fase en la que el cerdo ibérico se alimenta libre en la dehesa), ellos cocinan a fuego lento y con cariño para que el resultado final sea espectacular.