Auténticos especialistas que apuestan por la reparación aconsejando con honestidad

Hay personas que estudian mucho para tener una buena profesión, otras que pasan por la vida sin más, otras que se lo trabajan y otras que tienen cualidades innatas. Tomás Toribio es de éstas últimas ya que desde bien pequeño le gustaba desmontar cualquier cosa estropeada y arreglarla. Nació en El Barraco, Ávila y con 18 meses vino con sus padres a vivir a Aravaca. “Aravaca y Pozuelo siempre han estado muy hermanados, en nuestra juventud, los de Pozuelo iban a Aravaca y los de Aravaca a Pozuelo”, nos dice Toribio.

Tomás confiesa que no ha sido nunca un buen estudiante, pasó por buenos colegios en Madrid: en los Reparadores de la calle Ventura Rodríguez, en los Salesianos de Atocha y en La Salle de la calle Claudio Coello. En éste último con 14 años hizo su último curso escolar, ya que lo que él quería era trabajar. “Mi primer oficio fue a los 14 años en la empresa Sylvania donde hacíamos televisores en blanco y negro, era aprendiz. Soy el mayor de cinco hermanos y tenía claro que quería ayudar a mis padres. Recuerdo que todas las mañanas mi madre me despertaba y yo esperaba el coche de línea que venía de Pozuelo para irme a la calle Canillas a trabajar. Me daban clases para reparar televisores y un bocadillo por la tarde. Fui aprendiendo y pasé de aprendiz de primer año, al segundo, tercero para luego llegar a oficial de tercera. Allí estuve hasta los 18 y fueron unos años maravillosos”, recuerda Tomás.

Izq.: Tomás Toribio hojeando un ejemplar de nuestra Revista. Dcha.: Carlos Aroca, yerno de Tomás Toribio que continúa el legado del negocio.

Pero la división de Sylvania de reparación de televisores cierra, y le ofrecen irse a Sevilla. Su padre, que trabajaba haciendo el servicio de noche en la misma empresa, y él, deciden aceptar la indemnización y quedarse en Aravaca. En esa época le toca el servicio militar y durante la mili estuvo trabajando de carbonero y de repartidor de muebles. Al finalizar buscó un trabajo, “cogí el periódico, vi un anuncio en el que buscaban a un repartidor y me contrataron. Por aquellos entonces era el boom de la moqueta y el papel pintado. Empecé de repartidor y terminé de encargado haciendo presupuestos en la calle Mayor 11, en Decoraciones Carmen, pero aquello no era lo mío”.

Tomás seguía haciendo sus reparaciones en casa y finalmente decidió que seguiría con ello pero de manera profesional, por lo que con casi 30 años deja Decoraciones Carmen y alquila un local muy chiquitito de unos 20 metros cuadrados en la calle Luis Béjar 31 en Pozuelo. Para él Pozuelo le ha dado lo mejor de su vida, tanto a nivel personal, se casó con una pozuelera, como profesional. Su mujer, Fina Vicente Bravo es su compañera de viaje, para ella no tiene más que palabras de agradecimiento, “ha aguantado carros y carretas, me ha ayudado desde el principio, ha habido momentos que no le quedaba más remedio que venir a echarme una mano. La tengo en un pedestal, a ella y a todas las mujeres, porque no tienen ocho horas de trabajo, tienen 24. La verdad es que hemos salido adelante, hemos vivido relativamente bien, no es que fuera una cosa para tirar cohetes, pero he vivido muy bien. Además tenemos una hija maravillosa que nos ha dado dos nietos preciosos”, dice sonriente Tomás.

Izq.: Algunos de los utensilios domésticos más antiguos que colecciona Tomás. Centro: Tomás Toribio en algún evento portando la bandera de Pozuelo de Alarcón. Dcha.: Tomás de joven sobre un seiscientos en pleno centro de Pozuelo de Alarcón, con la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora al fondo. 

Después de unos cuantos años en el local de la calle Luis Béjar, que ya se quedaba pequeño, Tomás Toribio compra uno más grande en la calle Tahona. Allí se puede admirar una colección de planchas antiguas así como radios o maquinillas de afeitar entre otras cosas así como una gran colección de dedales de Fina. Las iniciales del nombre de la empresa M.J. Toribio, son las del nombre de su única hija Mª José, médico de profesión. Para Tomás lo más importante de su negocio es la clientela, “nuestro clientes son maravillosos, nos preocupa mucho cuando las cosas pueden salir mal. Nosotros solo queremos que las cosas salgan bien, que nuestros clientes estén contentos, sobre todo mantener al cliente y mimarle porque sin mimar al cliente no consigues nada”. Lo que más le gusta de su negocio, aunque haya trabajado muchas horas incluidos sábados y domingos, es que cada aparato es diferente, un nuevo reto para buscar de dónde procede la avería. Le pregunté si recordaba lo primero que reparó cuando era un crío y me dijo que creía que una plancha. Pero a la pregunta de lo más raro que habían dejado en la tienda para reparar, nos estuvimos riendo un buen rato, porque fue un vibrador, aunque me confesó que se lo dejaron a su yerno porque él ya está jubilado hace cinco años.

Tomás confiesa que si volviera a nacer escogería de nuevo su profesión porque le encanta, le ha dado muchas alegrías “además no engañabas a nadie, cuando no podías repararlo se lo decías claramente al cliente”. Su negocio está asegurado con su yerno, Carlos Aroca, que ha aprendido del mejor. Ahora a Tomás Toribio le toca disfrutar de su mujer, de sus nietos y de su pueblo de adopción, Pozuelo de Alarcón que lleva por bandera allí donde va.

Texto: Ayer&hoy
Fotos: Ayer&hoy, M.J.Toribio