
Carlos Caballero Arqueólogo / Colegio Profesional de Arqueología de Madrid
Nuestra pequeña Comunidad conserva aún muchas reminiscencias de su casi olvidado pasado rural: las plazas mayores, algunas muy notables, son una esas pervivencias de esa época en que la plaza era el centro de la vida del pueblo y no constaba que nada hubiera sucedido si no había pasado en la plaza. En esta serie de “Nuestro Patrimonio” hemos visitado ya algunas de estas plazas (recordemos, a vuelapluma, Navalcarnero o Colmenar de Oreja), y hoy nos detendremos en una plaza mayor soportalada que recuerda a los valdemoreños el pueblo que, no hace mucho, era antaño lo que hoy es su ciudad.
La Plaza Mayor de Valdemoro -en realidad, y puesto que no hay en esta serie intención cierta de confundir al visitante, la conocida como Plaza de la Constitución- es un recinto cuadrado con construcciones bajas, a la manera de La Mancha rural, y soportales, esos soportales tan característicos de Castilla que permiten huir del sol abrasador, refugiarse del frío, guarecerse de la lluvia, entablar conversaciones o acordar transacciones.
Comenzada a construir en el siglo XVI, con vocación de ser el auténtico corazón de la población, el “centro neurálgico”, como suele decirse al referirse a estos hitos urbanos, acogió tras sus fachadas tres de los elementos esenciales ineludibles de toda población: la sede primigenia del concejo, el pósito de grano, lo que hoy llamaríamos silo (creado en el siglo XVII para labradores pobres por iniciativa del noble Antonio Correa, no por azar apodado El Indiano) y –sobre todo- el guardián del paso del tiempo, personificado en una esbelta torre del reloj, construida en el siglo XVII, que se adueña de uno de los rincones de la plaza, y que sustituye en sus labores al reloj que antiguamente existía en la iglesia parroquial, hasta que se decidió ceder esta prerrogativa al pueblo como contrapartida a enaltecer la capilla mayor de la parroquial.

Izq.: y centro: torre del reloj y soportales (Fotos: Carlos Caballero). Dcha.: Otro de los bellos rincones de la plaza de la Constitución de Valdemoro.
Se sitúa allí también, como no podía ser de otra manera, el antiguo Ayuntamiento, que según la documentación histórica existía ya en 1566 y que ha sido protagonista de numerosas reformas, la última de las cuales, que le dio su aspecto actual, combinando lo tradicional con las nuevas tendencias en arquitectura, en 1994.
Al recinto se accede por varias calles entre las que destaca la de Nicasio Fraile, donde un airoso arco de forja da la bienvenida al visitante. Se sustenta todo el recinto en pies derechos de madera apoyados en magníficas bases de piedra caliza troncopiramidales o cilíndricas, distribuidas con la regularidad que impone su función, y de las que se puede decir que, si no son las originales, las reproducen con mucha fidelidad. Se sostiene así esta plaza especial, verdadero centro de la vida local, en la que se han celebrado festejos taurinos y, que, desde al menos el siglo XVII, fue sede de una feria anual que se celebraba en el mes de octubre.

Izq.: Vista generales de la plaza de la Constitución. Centro: Un rincón de la plaza. Dcha.: Arco de entrada.
En la actualidad, esa feria se ha transformado en el acontecimiento conocido como “Feria Barroca”, que se celebra en la plaza, todos los años, en los primeros días de octubre. Y existe el razonable compromiso municipal de devolver a esta hermosa plaza valdemoreña un elemento característico de su aspecto original: la ausencia de vehículos a motor, que actualmente invaden el espacio público como un aparcamiento, a falta de más restrictiva regulación.
El pasado rural de Valdemoro se aprecia también, en fin, en las callejuelas que serpentean a espaldas de la Plaza de la Constitución, recordándonos el pueblo del que venimos y del que no deberíamos, por si acaso, distanciarnos.
(La información sobre la Feria Barroca de Valdemoro se publica anualmente en la web municipal, en https://www.valdemoro.es/feria-barroca)