La telefonía móvil nos aporta en la actualidad todo un abanico de posibilidades, poniendo un mundo a nuestros pies o, mejor dicho, en nuestras manos. Manejamos a diario una tecnología de la que la mayoría de los usuarios no es consciente de lo que tiene “entre manos”. En este reportaje veremos no sólo cómo ha sido la evolución de los móviles sino, sobre todo, cuáles pueden ser tanto sus beneficios como sus aspectos más negativos en nuestra vida diaria.

La historia de la telefonía móvil tiene uno de sus primeros antecedente en el radioteléfono móvil, predecesor de la primera generación de teléfonos móviles, lo que nos sitúa en el año 1973, año en el que  “oficialmente” se presenta el primer teléfono móvil por parte de Martin Cooper, de la compañía Motorola, con el cual realizó la primera llamada a su competidor más directo, Joel Engel de los Bell Labs de AT&T: “¿A que no sabes desde donde te llamo? Te llamo solo para saber si suena bien”, fueron las palabras que pronunció Martin Cooper. Pero cuando realmente los móviles comienzan a popularizarse es entre los años 1990 y 2000.

En sus inicios las funciones de las que disponía un teléfono móvil eran muy básicas; realizar llamadas y enviar mensajes de texto, también llamados SMS, pero conforme fue evolucionando se fueron incorporando otros avances como MMS (mensajes multimedia), correo electrónico, comunicación de forma inalámbrica con infrarrojos,  bluetooth, cámaras fotográficas, etc. Pero es a partir de 2010 cuando llega una segunda revolución en la que las llamadas y los SMS pasan a un segundo plano con la aparición de los smartphones (teléfonos inteligentes) con pantalla táctil y multitud de nuevas aplicaciones como las App e internet de alta velocidad, entre otras muchas. Así, en poco más de 20 años hemos pasado del Nokia 5110 y su videojuego “snake” o el Nokia 3310 a los Samsung o IPhone, además de contar con  sistemas operativos de tecnología 3G, 4G, 5G.

Teléfonos inteligentes. Pros y Contras.- Hoy todos sabemos lo que es un smartphon pero… ¿realmente sabemos cuáles son sus partes positivas y las negativas, que también las tiene? Ya a nadie le extraña ver a niños manejar los móviles con mucha más pericia que sus padres, incluso sin saber leer ni escribir. ¿Sin saber leer ni escribir? Sí. Porque no estamos hablando de niños de entre 8 o 10 años sino con apenas 3 o 4. Y muchas veces se inician por parte de los propios padres para tener a sus hijos entretenidos y evitar sus “berrinches”. Por otra parte hay quien lo justifica afirmando que el manejo de los móviles por los más pequeños despierta en ellos antes su imaginación, creatividad o sus sentidos. La realidad es que existen estudios que demuestran que cerca del 70% de los niños de menos de 5 años ya saben “manipular” estos dispositivos.

Pero ¿qué opinan los expertos? Hay de todo. Algunos a quienes Ayer&hoy ha consultado recomiendan que el contacto con los teléfonos móviles sea nulo hasta los 3 años y que entre los 3 y los 6 años se limite a una hora diaria como máximo, pasando a dos horas con edades entre los 10 y 12 años. Por el contrario, otros  consideran que los niños cuando están en pleno crecimiento deben realizar otro tipo de actividades que les ayude en su desarrollo de aprendizaje, como  estar en contacto con juguetes, corretear o patear un balón, actividades que el niño pueda tocar y sentir. Si hay un exceso de vinculación del niño hacia el móvil podría incluso desarrollar problemas como la dificultad de aprender, retrasos cognitivos, malos hábitos, déficit de atención o problemas para conciliar el sueño. También hablan de  la obesidad infantil o el sedentarismo. Esto surge cuando acostumbramos a los niños a su “chupete electrónico”, como muchos expertos lo denominan.

En una edad más avanzada, entre 8 y 12 años, la cosa cambia. Aquí ya no es solo la utilización de los móviles de los padres, es una edad en la que muchos niños quieren tener su propio dispositivo. Según los expertos consultados, los niños no deberían  tener su propio teléfono móvil antes de los 12 años, es más, hasta los 16 años no deberían hacer uso de aplicaciones como Whatsapp, Facebook, Instagram, etc. A estas edades existen muchos peligros, y el principal es internet, un mundo totalmente abierto que si no se sabe manejar puede tener muchos riesgos, como el acceso a contenido inadecuado o, incluso, el acoso que puede llegar a cualquier rincón del mundo (ciberbullying). Por eso se aconseja que se deba inculcarles que la utilización del  móvil debe ser una ayuda o apoyo más en su desarrollo, no una herramienta de ocio.

 

Móvil en clase, ¿sí o no?.- Según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE), cerca del 70% de los niños y adolescentes españoles de entre 10 y 15 años tienen móvil con acceso a internet. Pero, además, lo llevan a clase, algo que, en principio, está totalmente prohibido, según nos comenta un profesor de instituto. Bien es cierto que muchos profesores de nueva generación ven práctica su utilización siempre y cuando sea por iniciativa del profesor y vinculada a algún trabajo educativo. “Pero ¡ojo! otra cosa es el recreo, donde el alumno parece que le falta tiempo para echar mano del móvil”, señalaba nuestra fuente informativa. “Y peor aún es la imagen que muestra el patio, cada joven con su móvil en mano sin prácticamente comunicarse entre ellos, en contra de cuando no existía tanta tecnología y los niños y adolescentes se dedicaban a salir al recreo a correr, jugar al futbol, hablar, intercambiar impresiones de las clases, etc. Pero la realidad es que esas actividades están pasado a un segundo plano”. En cuanto a dentro de la clase “muchos intentan mirar el móvil a escondidas, pero si se les ve haciéndolo, inmediatamente se les confisca. Pero prohibir por prohibir no es la solución. Aunque lo más sensato sería que nadie pudiese llevar teléfonos móviles a clase, la realidad es que lo llevan a escondidas, por eso hay que trabajar, en la medida de lo posible, con el móvil dándole un buen uso y manejo dentro de la clase para que sirva como ayuda a lo que se está aprendiendo. Hay que habituar a los alumnos a “móvil en clase sí, pero para aprender”, intentando sacar el mejor partido de la tecnología”. Lógicamente otros profesores, sobre todo los de “la vieja escuela”, no opinan igual. Por eso, el debate de permitir el móvil o no, de momento estará ahí, cada uno con su punto de vista.

Nomofobia, ningufoneo y otros problemas.- El  móvil nos facilita mucho la vida, es cierto, pero a su vez nos quita mucho tiempo a la hora de realizar otras cosas. El día a día nos demuestra que es muy complicado “desenchufarse” de este artilugio, incluso cuando nos vamos de vacaciones. Su abusivo uso a diario nos ha hecho crear una auténtica dependencia que puede llegar a convertirse en una adicción. Y aquí entra el término nomofobia  del que quizá muchos ni siquiera hayan oído hablar. ¿Alguna vez te has dejado el móvil en casa? ¿Has tenido miedo de perderlo? ¿Te has quedado sin batería o sin saldo? ¿No tienes cobertura? Si has vivido alguna situación así y has estado intranquilo, nervioso o has tenido ansiedad, son síntomas de que puedas padecer nomofobia.

Esta fobia, considerada una de las enfermedades de la nueva era, afecta mucho más a los adolescentes, ya que han nacido prácticamente con un “móvil en la mano”. La imposibilidad de poder comunicarse a través del móvil crea un estado de ansiedad que hace desear de una forma intensa el volver a “consumir”, llegando en muchos casos a ser una adicción. Los síntomas de padecer nomofobia pueden ser ansiedad asociada a dolores de cabeza o de estómago; dependencia a la necesidad de consultar el teléfono móvil aun sin recibir notificaciones; aislamiento y obsesión por disponer de wifi o datos o incluso insomnio provocado por estar pendiente del móvil a altas horas de la madrugada.

Pero iremos más allá. También nos encontramos con algo que cada vez es más común, sobre todo en adolescentes, el ningufoneo (phubbing), el acto de ignorar a una persona y al propio entorno por centrarse solamente en el teléfono móvil. Muchas veces vemos a un grupo de personas  que se encuentran comiendo o tomando un tentempié en una mesa entre amigos y en vez de mantener una conversación, cada uno está pendiente de su teléfono móvil. Pero también se da entre dos personas en la que uno de los dos está prácticamente pendiente del móvil, mientras la otra, que intenta mantener una conversación a la que no le prestan atención, se siente menospreciada o ignorada. Como la primera persona muchas veces no es ni siquiera consciente de la situación el phubbing se convierte en un problema.

Pero hay otros muchos problemas de dependencia del móvil, como el caso del  síndrome de la llamada fantasma, que escuchas una notificación o una llamada varias veces al día y cuando lo miras no hay nada; Whatsappitis, que es el uso excesivo de las aplicaciones de mensajería instantánea que pueden dar lugar a tendinitis en el dedo, y aunque suene a risa, es algo cada vez más frecuente; o Fomo, ligado a las redes sociales teniendo temor a perderse algo por lo que se está actualizado constantemente.

Una vida mucho más fácil

Lo cierto es que las nuevas tecnologías, y en este caso el teléfono móvil, hacen más fácil la vida de mucha gente, tanto a nivel personal como a nivel profesional. Para muchos, el teléfono móvil es su modo de vida, como dormir, lavarse los dientes, comer, etc. La mayoría no nos separamos de él, es parte de nosotros. Y cuando decimos que es parte de nosotros lo decimos porque la mayoría llevamos dentro de él nuestra vida personal y en muchos casos la profesional también.

Hoy día con los teléfonos inteligentes podemos hacer prácticamente “todo”. Comunicarnos mediante llamada o mediante aplicaciones como Whatsapp  desde cualquier lugar, revisar nuestras redes sociales, utilizar la alarma para despertarnos, ver una gran cantidad de videos a través de Youtube, escuchar música mediante Spotify, comprar on-line, jugar, realizar videos y fotografías de alta calidad, revisar nuestro correo electrónico, utilizar el navegador cuando vamos de viaje, estar informados constantemente a través de internet, realizar una llamada de emergencia de manera inmediata, incluso pagar nuestras compras con él sin necesitar una tarjeta de crédito. ¿Ventajas del teléfono móvil? Muchas.

Los teléfonos inteligentes nos aportan un nuevo mundo en la era digital, pero tenemos que ser conscientes nosotros mismos de saber utilizar esta tecnología de la manera más adecuada. “El móvil me parece lo mejor del mundo, no salgo sin él de casa, lo necesito para poder comunicarme”. Como confiesa Marta, una encuestada de la revista Ayer&hoy. Marta toma un descanso de su estudio en la biblioteca mientras echa un vistazo a su móvil, ha hecho su examen de conducir y lo está consultando en el teléfono con la grata noticia de que ha aprobado, “me ha permitido conocer el resultado en pocas horas; sin el móvil, costaría mucho más tiempo”. Reconoce que mucha gente tiene dependencia “pero porque no sabe usar el móvil”, en su caso lo utiliza en casa, pero fuera, cuando sale, le gusta relacionarse con la gente.

Otra encuestada, Susana, recién llegada, no conoce nada de la ciudad pero ha quedado con alguien que le puede dar trabajo. Google Maps le ha ayudado a llegar. Le gustan las redes sociales pero toma sus precauciones, “subo cosas cuando ya no estoy en ese sitio o lo veo seguro”.

“Seguir una dieta digital es clave para no caer en usos excesivos”

El móvil es una herramienta tecnológica que está socialmente aceptada, por ello es más complicado detectar cuando hay un uso excesivo del mismo. Según nos informa el psicólogo de la Fundación Recal de Majadahonda, Daniel Martínez Hernández-Sonseca, el término adicción en lo que se refiere a las nuevas tecnologías, no es una categoría diagnóstica, es decir, no se puede decir que alguien es adicto al móvil. Hay usos excesivos o usos armoniosos.

Un uso excesivo implica un deterioro significativo en el funcionamiento de la persona, “ahora todos trabajamos con el móvil: miramos los correos electrónicos, envías wassaps, miras el tiempo de mañana, o la mejor ruta para ir con el coche a un sitio concreto. Recurres al móvil para informarte sobre este tipo de cosas pero hay que marcar una línea de lo que significa lo necesario y lo que ya son cosas superfluas que están deteriorando las demás áreas”, nos explica el psicólogo Daniel Martínez.

Es difícil darse cuenta de que tienes un problema y pocos son los que realmente ven por ellos mismos que no pueden dejar el teléfono móvil de lado durante un periodo concreto de tiempo. Normalmente se dan cuenta porque reciben toques externos: su jefe que le mira porque está en una reunión y no atiende por estar con el móvil, su pareja o familia por dejar de hacer cosas con ellos, no se comunican ni cuentan que han hecho durante el día. Esas llamadas de atención, hacen que se den cuenta, a veces, no siempre, de que no pueden pasar sin el móvil. Admitir el problema es complicado pero una vez que lo asumes, auto limitar el uso del móvil es un verdadero reto. Si no se consigue hay que pedir ayuda a un profesional para que te dé unas pautas, “lo primero que hay que hacer es saber qué patrones y hábitos de uso tiene la persona y ver si son funcionales y normales. Es necesario que entienda lo que hace con el móvil, cuáles son los usos necesarios, cuáles son las cosas superfluas y, sobre todo, en qué medida está deteriorando en su entorno” comenta Daniel Martínez.

Los jóvenes son los que más problemas tienen a la hora de auto limitarse. ¿Por qué? Ellos son más impulsivos, no ven los riesgos ya que el lóbulo frontal del cerebro, situado justo detrás de la frente, se va desarrollando con la edad y se termina de cerrar a los 22 años. Esta zona del cerebro se encarga del control conductual, es decir, posibilita que podamos elegir, planificar y tomar decisiones voluntarias, es ese “policía del comportamiento” que cuando eres joven, todavía no se le hace mucho caso. Por ello el papel de los progenitores es importante. Tienen una responsabilidad, el adulto tiene que limitarle ya que no se le puede dar una responsabilidad a los jóvenes que no van a poder asumir.

Seguir una dieta digital es la clave para no caer en usos excesivos. Limitar, regular y pedir ayuda si no somos capaces de limitarnos, es primordial. La recuperación de ese abuso es una cosa que hay que cuidar constantemente para no recaer.

 

Texto: Juan Diego García-Abadillo

Fotos: Ayer&hoy/Pixabay