Elena Rodríguez Tato / Directora de equipo Begara Luxury Real Estate

La construcción prefabricada se sacude viejos estigmas y muestra sus cartas: rapidez, economía y un diseño sorprendente. El futuro ya está aquí.

Marginada largo tiempo en España por perjuicios sociales y culturales, que la asociaban a una imagen de baja calidad, simplicidad, monotonía y rigidez, la construcción prefabricada emerge como uno de los sectores más creativos y dinámicos de la arquitectura. Las casas prefabricadas actuales son capaces de cubrir todas las expectativas en cuanto a tiempo de construcción, costes, seguridad, sostenibilidad y diseño. Todo apunta a que asistimos a una transformación profunda de la arquitectura residencial en respuesta al cambio de paradigma económico de nuestra sociedad que demanda construcción más responsable, asequible y ecológica.

Con la tecnología actual y los avanzados sistemas de diseño y prototipación se pueden construir sistemas prefabricados, completamente abiertos, capaces de proporcionar una gran variedad de tipologías de edificios. El hecho de que la mayoría de componentes se produzcan en fábrica, en un entorno controlado, para luego ensamblarse y acabarse in situ, presenta numerosas ventajas. La primera, la económica.

Cabe mencionar la optimización de recursos (en fábrica se aprovechan mejor los materiales que en la obra), la disminución de consumo energético, la velocidad de ejecución (de días a unos pocos meses según el tipo de construcción), una menor generación de emisiones y residuos (sobre todo el embalaje final se realiza en seco) y un mejor control sobre la calidad final del proyecto, lo que también redunda en costos inferiores de mantenimiento, explotación y uso de los edificios. Por todo ello, las viviendas prefabricadas se perfilan como una alternativa no solo más rápida, económica y fiable sino también más sostenible.

La construcción prefabricada en Europa se basa fundamentalmente en el uso de 3 materiales: acero, madera y hormigón armado, siendo estos dos últimos los que más posibilidades ofrecen para arquitectura residencial. Además de sus propiedades intrínsecas como material natural (aislamiento, regulación y higrométrica, barrera contra la electricidad estática, biodegradabilidad), la madera presenta una excelente relación entre peso y resistencia mecánica, lo que permite una reducción drástica del volumen de la cimentación, factor a tener en cuenta en cualquier construcción prefabricada.

Por su parte, el hormigón es el material de construcción que menos energía necesita para su obtención, (aproximadamente, tres veces menos energía que la madera, 17 veces menos que el acero y unas 220 menos que el aluminio) por lo que construir con hormigón es una garantía de ahorro energético. Además, debido al elevado peso de los elementos constructivos de hormigón armado, la edificación resultante tiene una elevada inercia térmica.

Por si existiera alguna duda acerca de la solidez de este tipo de construcciones, diré que se realiza con paneles sándwich de 31 cm de espesor, compuestos por la capa exterior de hormigón arquitectónico, el aislamiento y la capa de hormigón estructural, con las instalaciones de fontanería y electricidad embebidas. En otros casos, el acabado final de la fachada y la cubierta se realiza sobre el terreno para asegurar la continuidad y la impermeabilización.

La innovación de los sistemas prefabricados tiene su vertiente más radical en los experimentos con elementos estandarizados y modulares: los contenedores de mercancías. Desde las recetas urbanas, hasta la suite rodante.

La arquitectura basada en contenedores aporta lúcidas reflexiones sobre cómo responder de un modo imaginativo, a partir de los requisitos de inmediatez y sostenibilidad, a un amplio abanico de soluciones de habitabilidad, desde alojamiento temporal en casos de emergencia, pasando por las nuevas formas de viaje y turismo, hasta la falta de vivienda para jóvenes en espacios urbanos densamente poblados. Iconos del comercio y de un modo de maximizar el aprovechamiento de un espacio compacto y limitado, los contenedores aportan nuevas perspectivas a una arquitectura que intenta evolucionar para adaptarse a las ideas de producción serializada, globalización y movilidad que imbuyen nuestra sociedad.

De uno u otro modo, la prefabricación marca el camino a seguir en el futuro más inmediato de la arquitectura, y sin encorsetar las posibilidades expresivas con imposiciones técnicas.

Hoy este tipo de viviendas supone una experiencia emocionante que aúna la vieja aspiración que los arquitectos han perseguido desde la modernidad de proyectar casas para ser construidas en una fábrica, con la idea de “instalación” o “pieza “que cultiva el arte contemporáneo.