Carlos Caballero / Arqueólogo Colegio Profesional de Arqueología de Madrid

Somos conscientes de que en más de una ocasión nos hemos detenido en Alcalá de Henares, pero ya hemos dicho anteriormente que creemos que, en general, “volver no es perder el tiempo”. Hoy volvemos allí para visitar su Catedral Magistral, una perla tardogótica varada en el casco viejo alcalaíno, rejuvenecido tras decenios de denodado trabajo de recuperación.

Ante todo, nos fijaremos en el inusual nombre de este templo de líneas puras y sencillas, que señala su presencia en la ciudad con una esbelta torre empizarrada: la Catedral “Magistral” de los Santos Justo y Pastor. ¿Magistral? Este título, infrecuente en la cristiandad, se otorga sólo a aquellas iglesias en las que, para ser canónigo, es preciso haberse doctorado en Teología: de hecho, es un mérito tan raro, que sólo otra iglesia del mundo cristiano lo ostenta, la de San Pedro de Lovaina, en Bélgica.

La advocación de los Santos Justo y Pastor a la que se encomienda la Catedral alcalaína, abreviada por los locales como “los Santos Niños”, que dan nombre de la plaza en la que se encuentra la iglesia, hace referencia a dos mártires cristianos ajusticiados en Complutum, la antigua Alcalá, a comienzos del siglo IV, en el marco de esas hoy incomprensibles persecuciones religiosas. El lugar donde, según la tradición, murieron los niños, junto a la basílica del foro complutense, se perpetuó en la memoria colectiva con el nombre de Paredón del Milagro; ya en el siglo V, se levantó una primera capilla dedicada a Justo y Pastor, que más tarde sería elevada a la categoría de Catedral.

Sobre estas líneas, fachada principal y portada.

El edificio actual, sin embargo, nada tiene que ver con aquel, pues se debe una vez más a la iniciativa de un habitual en las páginas de esta sección de Ayer&hoy, el Cardenal Cisneros, y se construye a partir de 1497, con la participación de reconocidos maestros de obras del momento, como Antón y Enrique Egas, Pedro Gumiel o el prolífico Rodrigo Gil de Hontañón, autor, ya bien entrado el siglo XVI, de la torre rematada con un chapitel empizarrado deudor de Juan de Herrera. Ya en el siglo XVII, durante el reinado de Felipe III, se incorporan a la Catedral los últimos elementos, en especial el claustro, además de algunas capillas.

Hoy en día, tras un atrio protegido por una historiada verja de forja, nos recibe una espléndida portada que, abierta en las fachadas decoradas con esgrafiados, bebe de la tradición del gótico flamígero isabelino, y nos permite acceder a una catedral principalmente sencilla y austera, marcada para siempre por los destrozos vividos durante la guerra civil (en particular, llamará nuestra atención la ausencia de un retablo tras el altar mayor), pero restaurada, primero a la carrera por la inefable Comisaría Nacional de Regiones Devastadas y, más tarde, pacientemente hasta alcanzar su noble aspecto actual.

Izq. y centro: Cabecera e interior de la Catedral Magistral de Alcalá de Henares (Fotos: Carlos Caballero). Dcha.: Interior de la catedral.

La convulsa historia de la Catedral Magistral de Alcalá de Henares, con sus destrucciones desde antiguo en diversos conflictos bélicos y sus reparaciones posteriores, con la huella perenne de la obra de Cisneros y desempeñando siempre el papel fundamental para los alcalaínos de rememorar a los Santos Niños que tanto arraigo tienen en la historia antigua de la ciudad, culminó en 1991 cuando, al dividirse en tres diócesis la Archidiócesis de Madrid surgida a su vez de la partición del antiguo Arzobispado de Toledo, la Magistral se convirtió, junto a la Magdalena de Getafe y a la Almudena de Madrid, en una de las tres Catedrales de nuestra Comunidad, episodio que fue preludio de la posterior inclusión del casco antiguo de la ciudad de Alcalá en la lista de Patrimonio Mundial.