Luis Andrés Domingo Puertas / Historiador y arqueólogo

A las afueras de Madrid, en el monte de la Zarzuela y muy próximo a El Pardo, se ubica este hipódromo que, no sin haber pasado por avatares dispares desde que se inició su construcción en los años 30 del siglo XX, es hoy en día un referente en la historia de la hípica en nuestro país. Si bien no alcanza la antigüedad ni la ascendencia del Royal Ascot británico, es actualmente uno de los hipódromos más prestigiosos del mundo.

La construcción del hipódromo de La Zarzuela fue, sin embargo, la culminación de una larga tradición de la hípica en la ciudad de Madrid que ascendía a más de un siglo de historia, pues se sabe que ya en 1835, tenían lugar las primeras carreras de caballos en la Alameda de Osuna. Desde 1878 hasta 1932, el hipódromo de La Castellana fue el catalizador de la afición a las carreras de caballos en la ciudad de Madrid, alcanzando incluso fama internacional. Pero tras el cierre después de más de seis décadas de andadura, a mediados de 1934, se aprobó la construcción de una nueva pista en el monte de la Zarzuela. Se convocó para ello un concurso de proyectos que finalmente ganaron los arquitectos Carlos Arniches Moltó y Martín Domínguez, junto con el ingeniero Eduardo Torroja, gracias a un diseño que ha sido referente de innovación arquitectónica por la solución técnica que aplicaron a los voladizos de cubierta de la tribuna, para la que no emplearon columnas. Si bien en el proyecto original la estructura iba a ser metálica, en la ejecución posterior se aplica el hormigón armado, manteniendo, en general, la identidad proyectada. Es precisamente la originalidad de las marquesinas voladas que cubren las tribunas, la que constituye la imagen más icónica de este hipódromo.

El inicio de las obras se realiza en 1935, pero a mediados de 1936, la Guerra Civil truncó temporalmente la ejecución, dado el que el hipódromo se encontraba en pleno frente de la contienda, lo que provocó importantes daños en las partes ya construidas, entre ellas parte de las tribunas. La culminación de la obra se produce ya en la primera posguerra, pero sin la participación de los arquitectos que diseñaron el proyecto, dado que fueron represaliados con la desposesión de sus títulos profesionales. Ya en 1940, se realizan las primeras obras de reconstrucción, en las que participa el ingeniero Eduardo Torroja; y en mayo de 1941, los trabajos se dan por concluidos y se inaugura oficialmente con las primeras carreras.

(Fotos: Hipódromo de la Zarzuela)

Tras su apertura, el hipódromo ha vivido una desigual trayectoria. Después de una primera década en la que sólo contaba con las instalaciones básicas para la celebración de carreras, se fueron ampliando los servicios, alcanzando así su época dorada entre los años 1969 y 1975, gracias a un incremento de los aficionados que lo convirtió en un distinguido centro de reunión de la alta sociedad madrileña. La importancia del hipódromo de La Zarzuela se incrementa aún más en los años 80, cuando se pone en funcionamiento la Quiniela Hípica (QH) y se inicia la retransmisión de carreras a través de Televisión Española. Sin embargo, problemas financieros y de gestión llevaron sorpresivamente al cierre del hipódromo en 1996, prolongándose el abandono hasta 2005, cuando tras una rehabilitación llevada a cabo brillantemente por el arquitecto Jerónimo Junquera, reabre sus puertas y reanuda la actividad hípica y social, llegando hasta nuestros días en plenitud de su proyección como lugar de encuentro de los aficionados a las carreras de caballos.

La relevancia de esta obra maestra del racionalismo arquitectónico de los años 30 del siglo XX y la indudable relevancia social y deportiva de esta construcción, llevó a que, el 16 de octubre de 2009, mediante un Real Decreto, el hipódromo de la Zarzuela quedase protegido con la declaración de Bien de Interés Cultural.