Carlos Caballero / Arqueólogo Colegio Profesional de Arqueología de Madrid

Aldous Huxley, autor de esa obra maestra acerca de un futuro inquietante llamada “Un mundo feliz”, escribió que “viajar es descubrir que todos están equivocados sobre los otros países”. Esa frase a vuelapluma nos recordó la necesidad de conocer antes que nada lo que tenemos a mano y por eso, hoy, acudiremos a la literalidad del nombre de esta sección (“Nuestro Patrimonio”) y no viajaremos muy lejos: nos quedaremos en Pozuelo de Alarcón y conoceremos, también para reivindicarlos, los últimos restos del viaje de agua de La Poza, que están en las raíces sobre las que crece Pozuelo.

Esta vez el viajero, el paseante si en Pozuelo vive, no compensará lo corto de su desplazamiento con el conocimiento de unas estructuras que vendrían a visitar autobuses de japoneses, pero descubrirá infraestructuras hidráulicas que sirvieron para abastecer una vez una población y que hoy emergen, injustamente olvidadas y maltratadas, a muy poca distancia del espacio EducArte, la casa de cultura pozuelera. Así que, si les apetece conocer su pasado, sígannos para no perderse ni un detalle.

Partiendo de Pozuelo, recorreremos paradójicamente el viaje de agua al revés del viaje de agua: encontraremos primero su final, una fuente pública donde una placa nos recuerda el origen ancestral de los sistemas de abastecimiento en los que se encuadra el viaje de La Poza: los “qanats” árabes, que recuperaban el agua por filtraciones, la desplazaban por gravedad y contaban con respiraderos dispuestos a distancias regulares (y que nos perdonen los especialistas que puedan leer esto por la sencillez de la descripción).

Izq.: Fuente de La Poza. Dcha: Lavadero al final del viaje de agua.

El vaso que vemos de esta fuente, bastante deteriorada por la misma acción humana que la creó, no es el original, pues se trasladó tiempo atrás al espacio EducArte que nos servía de arranque para nuestra ruta. Si caminamos apenas unos pasos, veremos, enclaustrado por una desconcertante alambrada de gallinero, la larga pila de granito de un lavadero público que hasta no hace mucho tuvo una cubierta que lo protegía y al que acudían a lavar, hasta los años 60 del siglo pasado, las mujeres de Pozuelo.

Pero no nos dejemos cegar por estos primeros restos pensando que estamos ante una fuente pública y un lavadero popular, porque en realidad nos encontramos ante la esencia misma de Pozuelo de Alarcón: en los aledaños de estos primeros vestigios, en la calle Tenerías, hubo varias fábricas de curtidos que se remontan al menos a 1746, y que subsistieron hasta el cierre de la última, en los años 90 del siglo XX. Además, el agua sobrante conducida por este viaje de La Poza regaba las huertas pozueleras, especializada en lechugas y, sobre todo, en las afamadas lombardas locales.

Sobre estas líneas, respiraderos de la conducción (Fotos: Carlos Caballero)

Caminemos aguas arriba, remontando sin saberlo, pero intuyendo su presencia bajo nuestros pies, el canal que formaba el viaje de agua. Encontraremos un casetón de ladrillo que albergó en su día algunas bombas hidráulicas y sirve hoy para acceder a la conducción. Y, si seguimos caminando, por una suave pendiente, en poco terreno encontraremos no uno ni dos, sino tres respiraderos de ladrillo que testimonian el paso del viaje de agua varios metros por debajo de donde nos encontramos. Todos han sufrido diferente suerte, aunque les une el hecho de no haberla tenido ninguno buena, y todos merecen ser recuperados, junto al arca, la fuente y el lavadero, antes de que, como muestran las fotografías que evidencian la evolución de este singular conjunto hidráulico, sus restos no sean más que un recuerdo y su historia, un lugar difuso en la memoria pozuelera.

El viaje de agua de La Poza es un hito principal en la historia de Pozuelo de Alarcón, pero también un testimonio relevante de la memoria de la traída de aguas a las poblaciones crecientes en el entorno de Madrid y hasta en la propia capital, y esa memoria no debería dejarse perder: nos anima el convencimiento de que para estos restos varias veces centenarios, que tanto significan para la historia de Pozuelo de Alarcón, será posible, sin duda, un mejor destino.