César Vacchiano / Ingeniero y analista

Se inicia 2023 con una crisis energética en toda Europa que es consecuencia directa de las represalias derivadas de la invasión de Ucrania por Rusia y de las reacciones de la Unión Europea para reducir las contribuciones económicas en pago de la dependencia del gas natural ruso.

Una vez acumuladas reservas de gas en las instalaciones disponibles, firmados nuevos contratos de suministro con proveedores alternativos, comunicadas las recomendaciones para reducir el consumo y, especialmente, asumidas las alzas de precio, lo que queda para pasar el invierno es esperar la evolución de los mercados y superar la crisis con el menor daño posible.

Las ofertas alternativas de gas no pueden cubrir las necesidades europeas porque el transporte licuado en buque metaneros es limitado y supone costes superiores, pero en todo caso suponen un paliativo que acabará creando normalidad y representa una oportunidad para España que cuenta con infraestructuras para la regasificación.

El mercado del crudo petrolífero ha vivido momentos de tensión al haber aprovechado los países de la OPEP (junto con Rusia controlan casi la mitad de la producción mundial) la oportunidad para subir los precios. Sin embargo, la autosuficiencia de Estados Unidos y las crisis intermitentes de China a causa del COVID han limitado su efecto obligando incluso a reducir la oferta en casi 2 millones de barriles diarios. No parece que esa oferta vuelva a crecer y más bien se contempla un periodo de precios estables con ventas no transparentes de Rusia a China y reactivación de la producción de los países africanos y Venezuela. En todo caso la limitación del precio que los países europeos pagarán a Rusia en el futuro será una referencia para el nivel inferior de las ventas que se realicen sin respetar las limitaciones de la OPEP.

La generación de electricidad de fuentes renovables y la procedente de reactores nucleares está ayudando, salvo en Francia, a cubrir las demandas de electricidad en Europa y los grupos de ciclo combinado con gas se ajustan a las necesidades que son moderadas por la climatología, hasta ahora favorable. Es imparable la apuesta por la sostenibilidad y la inversión en fuentes renovables avanza en todos los países de la Unión. Queda acostumbrarse a una mayor contribución de los costes energéticos a los costes de todos los demás bienes de consumo y superar los problemas de la inflación desde una nueva perspectiva que pondrá a prueba la lucidez de los gobiernos y la solidaridad entre los miembros de la Unión.

En España las instalaciones fotovoltaicas siguen creciendo y la cultura de una generación distribuida en las viviendas individuales se extiende en las zonas que el urbanismo lo permite, pero las fuertes cargas fiscales que afectan a la energía van a limitar la evolución de la cesta de generación con una contribución de los parques solares en el entorno del 10% del consumo total.

Todo cambiaría si se produjera un acuerdo de paz en Ucrania, aún imprevisible por el riesgo que supone para la continuidad de Putin, pero las obligaciones económicas que ello podría implicar vendrán de los márgenes energéticos para indemnizar y reconstruir Ucrania; Rusia percibirá menos por su gas y Europa pagará lo mismo.

El año que empezamos quizás permita alcanzar una paz necesaria por razones humanitarias, pero no dejará su huella en los precios. Tenemos que acostumbrarnos a optimizar consumos y gastar mejor en todo; las empresas en sus procesos y los consumidores en sus costumbres. Nos va en ello la única posibilidad de superar una crisis que nos deja una nueva deuda gigantesca y recuperar garantías de competitividad ante Europa.

(Para más información, Branco Bajalica SL. Defensa del Medio Ambiente Tel.: 91 856 01 77, bajalica@bajalica.es, www.bajalica.es)