Más de 50 años en Húmera, haciendo que sus clientes se sientan como en casa

Mucha es la gente de Pozuelo y de fuera del municipio que conoce a José Martín Jiménez y a su familia, aunque quizás si les digo que es el fundador y dueño del restaurante Miguel Ángel, en Húmera, le ubiquen mejor. Y es que José comenzó con el negocio en 1968, cuando Húmera no tenía ni las calles asfaltadas y en la urbanización de Somosaguas comenzaban a construirse los primeros chalets.

José Martín Jiménez es oriundo de El Espinar, un conocido pueblo segoviano, llegó a la capital a trabajar de albañil junto con otros compañeros “éramos siete u ocho chicos trabajando en Madrid, en la construcción. Llegó el verano y marcharon todos para el pueblo, pero yo me quedé. Estaba por entonces de patrón en la calle Berruguete, y al quedarme aquí compré esta parcela que era del tío Pedro, el de la Estación. Me construí la casa y bar junto con mi mujer, Tere Herrero, también de origen castellanoleonés, pero más al norte, de un pequeño pueblo leonés, Gordoncillo. Recuerdo que cuando ya oscurecía ella me alumbraba con un candil y seguía poniendo ladrillos. Luego traje un cable desde el picadero hasta aquí para poder poner una bombilla”, recuerda José.

Izq.: Una imagen del pasado del Restaurante Miguel Ángel. Centro: Un cuadro simbólico de una de las especialidades de la casa, los ‘cojonudos’. Dcha.:Ffachada antigua del establecimiento y vivienda de José Martín.

Desde los inicios, el edificio fue restaurante en la planta baja y vivienda familiar en la primera, “como no había bares por aquí pues decidimos ponerlo en Húmera. Tere, mi mujer, elaboraba los platos típicos castellanos de nuestros orígenes y teníamos por entonces un par de camareros, pero durante estos 50 años han trabajado muchos más con nosotros. Recuerdo que tenía al comienzo de la barra una plancha pequeña y hacíamos, a lo mejor, dos mil pesetillas un domingo. Aquí no venía nadie, nada más que pajareros que llegaban con las redes a cazar. Gracias a la cocina que hacía mi mujer, y yo en la plancha con las carnes y pescados, en pocos años los clientes regresaban repetidamente y nos hicimos con una clientela fiel. Los primeros años bajaba a Madrid en moto, que tenía un cajón, al Mercado de los Mostenses a comprar y luego al Mercado de la Cebada, hasta que decidí comprar en Pozuelo porque ir hasta Madrid todos los días era un paseo”, nos dice José Martín.

Con el tiempo, el restaurante Miguel Ángel se hizo muy conocido además de por su buena comida, por el trato que dispensaba a los clientes. Los pozueleros y forasteros seguro que recuerdan alguna noche de verano disfrutando en la terraza del bar deleitándose con su cocina de mercado y de los míticos “cojonudos” junto a un enclave con encanto.

Por aquí han pasado muchas caras conocidas de Televisión Española hasta un jovencísimo Julio Iglesias. Con la construcción de las instalaciones de la universidad, poco a poco, el barrio de Húmera empezó a llenarse de vida y son muchas las anécdotas vividas en el restaurante Miguel Ángel. “Había líos casi todos los días con los estudiantes y los guardias. Éstos últimos corrían detrás de los universitarios que llegaban al bar y se escondían en el servicio. Los guardias paraban aquí a tomar algo y se los encontraban, al final muchas mañanas invitaban a los chicos a desayunar y estaban todos juntos”, recuerda José entre risas.

Izq.: Interior del bar en febrero de 1969. Centro: Barra con José en primer plano en el año 1974. Dcha.: Otra fotografía del bar más reciente a las anteriores.

Con los años Tere y José compraron la parcela de al lado, ampliando el negocio. Se inauguró en 1972. Evidentemente con el paso de estos 50 años el restaurante ha sufrido reformas y se ha actualizado su imagen conforme a los tiempos. Sus dos hijos, Miguel Ángel y José Martín Herrero han echado una mano desde pequeños en el restaurante de sus padres mientras cursaban sus estudios, fregando platos, ayudando en cocina, en la barra y ahora son los encargados de seguir con el negocio. José hijo nos cuenta que tienen clientes de generaciones “es que no falla, cuando algún cliente me pregunta “¿tenéis cojonudos?” Te dice “es que mi padre me traía aquí de joven al circuito de motos y luego veníamos a comer cojonudos”. Vienen clientes de cuarenta y tantos que te comentan que han hecho aquí su primera comunión, otros que han celebrado el bautizo de su hijo. Son clientes que siempre vuelven y es gratificante ver que formamos parte de sus vidas”.

Para José padre, que ya está jubilado, a sus casi 80 años lo que más echa de menos es el trato con la gente, “mi mujer y yo hemos sido el corazón del Miguel Ángel, hemos trabajado mucho y muy duro, pero ver a la gente lo agradecida que está y que te digan lo bien que han comido es muy satisfactorio”. Su hijo José nos cuenta que lo que ha aprendido de su padre es saber tratar al cliente, conocerle “tienes que saber lo que les gusta, cada uno es distinto: a algunos les gusta que les hables, les preguntes por la familia y sin embargo a otros, sabes que hay que ponerles la caña y dejarles tranquilos. Tener mano izquierda en este negocio es muy importante, hay mucha gente y muy variada pero lo normal es que vengan clientes muy repetitivos, son de mucho trato y conoces sus gustos”.

Por ahora, a pesar de la situación que está viviendo la hostelería, el restaurante Miguel Ángel seguirá por muchos años más ofreciendo su espectacular comida sin olvidarnos de sus famosos “cojonudos” y es que, la verdadera esencia del Miguel Ángel es la gran familia que la forma que junto con su plantilla hacen que el trato hacia el cliente sea único.

Texto: Ayer&hoy Fotos: Ayer&hoy y cedidas por Restaurante Miguel Ángel