Cincuenta años, que se dice pronto, es la historia que tiene el restaurante Eiffel desde que en 1972 Segundo Giménez Peña lo fundase junto a su mujer Carmen Hidalgo. Este mes, queridos lectores me van a permitir salirme un poco del guión, ya que normalmente os traigo reportajes de Boadilla y de Pozuelo, aunque la familia Giménez–Hidalgo ha vivido la mayor parte del tiempo en el madrileño barrio de Aluche, donde tienen el restaurante, han sido también vecinos de Pozuelo, más en concreto de la urbanización La Cabaña, en la que recientemente se han celebrado sus fiestas.


Esta gran y apreciada familia, con cinco hijos (Miguel, Mª Carmen, Maite, Alicia y Ana) han hecho que el Restaurante Eiffel, ubicado en la calle Seseña 18, sea un lugar de encuentro de amigos, porque como dice Miguel Giménez, hijo del fundador, “en Eiffel no tenemos clientes, tenemos amigos”.


Segundo Giménez vino a Madrid, como tantos otros, a hacer el servicio militar. En esa época conoció a la que sería su mujer, Carmen y al finalizar la mili comenzó a trabajar como comercial vendiendo licores. “En esos tiempos estaba muy de moda la venta de los licores a granel, se vendían en garrafas. Mi padre estaba todo el día pateando la calle y ahí fue cuando comenzó a conocer el mundo de la hostelería. Al visitar tantos bares hizo muchos amigos y clientes de este sector y al final decidió montar un bar de menús. El primero lo montaron en la carretera de Fuenlabrada a Leganés que sigue estando con el mismo nombre, Eiffel, aunque lo llevan otros. Ese restaurante se traspasó y en 1972 nos vinimos para Aluche”, nos cuenta Miguel Giménez.

Izq.: La familia al completo junto a los magos en la celebración del 50 aniversario, en el centro con ramo de flores Carmen Hidalgo. Centro: Miguel Giménez en su juventud. Dcha.: Foto de la familia en el pasado.


Compraron un piso allí y en los bajos del edificio adquirieron un local y montaron el bar además de una tienda de helados, concretamente en la calle Seseña 15. Con el tiempo adquirieron otro local justo enfrente del bar, en la misma calle, pero en el número 18 e instalaron un supermercado. Durante unos años convivieron bar y supermercado a la vez, hasta que finalmente el supermercado decidieron transformarlo en restaurante, cerrando el bar de enfrente. De hecho, aprovecharon la barra para instalarla en el nuevo local. Una barra de madera que se adaptó y que actualmente sigue, aunque forrada de acero. En el salón de abajo que tiene el local se servían los menús y se celebraban comuniones y bautizos de las familias del barrio. Al frente de la cocina estaba y sigue estando Carmen Hidalgo, una mujer luchadora que supo compaginar la crianza de sus hijos con el oficio de cocinera que tantas horas lleva. “El número de teléfono que teníamos en el bar era el mismo que el de casa. Recuerdo que me bajaba a las siete de la mañana a abrir el bar con mi marido y dejaba a los niños durmiendo con el teléfono descolgado puesto en la cuna y cuando oía que se despertaban subía a por ellos, los bajaba y en el mostrador dejaba el cuco”, recuerda Carmen, que, aunque podría estar jubilada, ella sigue al frente de la cocina elaborando unos guisos exquisitos y un rabo de toro que lo borda. Nos cuenta que ha trabajado muchísimo desde siempre, fregando, limpiando, cogiendo puntos a las medias que le pagaban unos 20 céntimos por media, pero a ella lo que le gusta es guisar, “disfruto muchísimo en la cocina, a mí estar en casa sin hacer nada, no me gusta”, añade Carmen.


En 1999 fallece Segundo Giménez, pero la familia unida, sigue con el negocio hacia adelante. Todos los hijos han trabajado en el restaurante familiar pero los que finalmente decidieron quedarse porque les gusta su trabajo, son Miguel y Maite. Estudiaron en la Escuela de Hostelería de la Casa de Campo y al fallecer su padre, decidieron darle un nuevo impulso al restaurante, “cuando mi padre falleció, sin comerlo ni beberlo tienes que asumir el rol de quedarte al cargo del negocio. Tenía 22 años, ya no era un chaval, llevaba trabajando toda la vida en ello y ya tenía mis estudios en hostelería con lo que intentas adaptarte y evolucionar los platos. Siempre lo digo, hemos crecido con la oreja, la morcilla, las bravas y los calamares, los típicos que había y que sigue habiendo, pero al final, si te quieres diferenciar y no ser uno más, tienes que intentar hacer algo diferente. Con mi padre no dábamos cenas y decidimos hacerlas. De siempre he estado muy ligado al mundo de la magia por lo que se nos ocurrió hacer las noches mágicas: cena con espectáculo de magia incluido. Lo empezamos a hacer todos los viernes y empezó a funcionar de maravilla, todos los viernes estaba lleno. Actualmente sigue habiendo cenas mágicas pero una vez al mes, tenemos hasta lista de espera en la web www.cenasmagicas.es. El motivo principal de hacer esto fue que los vecinos supieran que abríamos por la noche y funcionó”, nos dice Miguel.

Izq.: Antigua barra de madera hoy forrada de acero. Dcha.: El salón de abajo totalmente reformado con el escenario.


Tanto Miguel como Maite recuerdan a su padre como una persona seria, muy trabajadora que les enseñó a ser constantes y de su madre, Carmen, dicen que ella es el alma de la cocina, “sin mi madre, Eiffel no existiría, porque al final el peso de los menús era todo para ella. Recuerdo que nos bajaba al restaurante, a uno lo tenía en el tacataca, a otro en el carrito, otro en el cuco y ella mientras, sola, cocinando. Igual daba 40 menús diarios de lentejas o de lo que fuese y es que para los guisos, sin tener estudios, los clava y además con el ojímetro, nada de pesar las cantidades como está tan de moda ahora en la cocina, mi madre a ojo no se le escapa nada”, comentan Miguel y Maite.


El local ha sufrido varias reformas a lo largo de los años, adquiriendo el local de al lado y ampliando salones que se han ido modificando. La cocina también se amplió reduciendo algo el tamaño de la barra, además de la evolución de los platos en cuanto a presentación y diseño de la carta, porque la esencia, la cocina tradicional elaborada con cariño, sigue siendo la misma.

Izq.: Segundo Giménez, ya desaparecido, junto a un cliente habitual de Eiffel- Dcha.: Fachada actual.


Pero lo fundamental en Eiffel, además de esta gran familia, son sus clientes, “la mayoría de la gente que ves aquí es gente que viene a vernos. Tenemos clientes de los que han venido a celebrar la comunión de sus hijos y que a día de hoy siguen viniendo a comer.Aquí todo el mundo se siente especial, al final a la gente le gusta venir a donde le conocen. Para nosotros es una gran satisfacción que te digan lo bien que han comido y atendido”, nos dicen emocionados Carmen, Miguel y Maite.


Con la celebración de este 50 aniversario del Restaurante Eiffel, la familia Giménez–Hidalgo, ha querido agradecer la fidelidad de sus amigos, como ellos llaman a sus clientes, con la celebración de un gran espectáculo de magia, además de varias sorpresas que han preparado para ellos, para darles la gracias por estar ahí todo este tiempo. Una familia muy querida tanto dentro del barrio de Aluche, como fuera, porque son unas personas extraordinarias.


Texto: Ayer&hoy Fotos: Ayer&hoy, Restaurante Eiffel