Es preferible la conexión en lugar de la corrección

Elena Cid. Pedagoga y directora general de CICAE

Ser padres y educadores es una tarea compleja, un viaje largo lleno de incertidumbres y sorpresas, en el que muchas veces sentimos inseguridad por creernos no estar suficientemente preparados.
En un artículo anterior hablamos de la importancia de los límites, hábitos y disciplina; hay muchas maneras de llevarlos a cabo, pero es muy importante que seamos conscientes de qué perfil estamos adoptando.

Como educadores, nuestras respuestas a las conductas y comportamientos infantiles son reacciones emocionales, no pensadas adecuadamente y muy condicionadas por nuestro estado de ánimo y circunstancias personales. Llegamos cansados después de largas jornadas de trabajo, nerviosos por los atascos y realmente es complicado dar una respuesta meditada a nuestros menores. Además, hemos sido educados en un método muy reprendedor y de castigos. La disciplina positiva nos trae un enfoque no violento, orientado en conseguir objetivos conscientes y basado en el respeto por la persona con la que nos estamos relacionando. No se trata de ser permisivos y dejar de poner límites, sino de conocer otro modelo que nos permita contribuir a mejorar la convivencia y el bienestar de todos.

Educación emocional, motivación en el aprendizaje.- La disciplina positiva surge de la teoría psicológica sobre la importancia para el ser humano de sentirse tenido en cuenta, de su necesidad básica de ser parte de una comunidad o grupo (familia, colegio…) y poder contribuir al bienestar dentro del mismo; todos, incluidos los niños, tenemos deseos de mejorar nuestra situación. Esta disciplina está enfocada a ayudar a que los niños aprendan habilidades sociales y de vida en un ambiente de respeto y a la vez alentador, tanto para el pequeño como para el adulto.
La disciplina positiva considera que todo comportamiento del ser humano tiene un propósito, un deseo. El niño, desde que nace, va sacando conclusiones de cada vivencia y toma decisiones para lograr la satisfacción de sus necesidades y deseos. Decisiones acerca de sí mismo, de los demás y del mundo que le rodea, con el propósito de que le lleven a encontrar ese sentido de pertenencia y contribución.

Todo ser humano se comporta mejor cuando se siente mejor. Hay que enseñar, entender, estimular y comunicarse, “conexión en lugar de corrección”. Debemos ayudar a desarrollar en los niños la responsabilidad, el sentido de pertenencia, la cooperación, la reflexión o el compromiso. Existen resultados demostrados que nos invitan a aprender a educar a través de la disciplina positiva:

1. Enseña habilidades sociales y de vida sin ser permisiva o punitiva.2. Fomenta el respeto mutuo y amor incondicional.
3. Ayuda a entender la creencia detrás del comportamiento. Hay que identificar la creencia o motivo y trabajar sobre ella.
4. Es eficaz a largo plazo.
5. Conlleva una comunicación efectiva, los niños escuchan mejor cuando se les invita a pensar y se les hace partícipes. Siempre hay que establecer firmeza y amabilidad al mismo tiempo.
6. Incentiva a entender la fase de desarrollo y el mundo del niño, para elegir mejor la respuesta a su comportamiento.
7. La motivación es clave, se estimula el esfuerzo y el progreso, no solo éxito, para ir ganando confianza en sus habilidades.
8. Se centra en soluciones en lugar de castigos.
9. Los niños actúan mejor si se sienten mejor, conectados y queridos; así ganan en cooperación, habilidades nuevas y seguridad en sí mismos. Debemos invitar a los niños a descubrir sus capacidades.
10. Se aprende a tomar los errores como oportunidades de aprendizaje.

La familia será el primer escenario donde nuestro hijo deberá aprender a desarrollar el vínculo y las habilidades sociales que le permitan mostrar interés por el bienestar de los que le rodean, donde aprender a colaborar y cooperar por el bien común.

En el colegio el niño tendrá que aprender a compartir, convivir, colaborar, establecer roles, aceptar relaciones, resolver problemas que surgen de la convivencia. Esto solo podrá hacerlo si posee un sentimiento de comunidad, contribución y pertenencia suficientemente desarrollado.

Tenemos la obligación y el compromiso en nuestros colegios de crear contextos donde se fomente todo lo expuesto, contextos donde se desarrollen herramientas y técnicas respetuosas y efectivas, donde haya entendimiento, escucha y comunicación, y donde se ayude a cada niño a desarrollar habilidades sociales y de vida que les dirija a ser personas felices, responsables y capaces.