Cuando somos pequeños nos cantan o cuentan un cuento para dormir. Vamos creciendo y quién no ha golpeado las teclas o palillos de algún teclado o tambor. De adolescentes cada uno va decantándose por un estilo o por la moda del momento. Siendo jóvenes ‘alucinamos’ con los conciertos de nuestros artistas favoritos. En la edad adulta disfrutamos de lo que nos encoge el alma o nos hace enloquecer, con el añadido de esa añoranza por actuaciones consagradas de grupos o solistas que se fueron, aunque su legado sigue y sigue escuchándose. Así que música sí, siempre, por favor.
Sea como fuere, la música es arte y es universal, llega a todos los rincones del planeta independientemente de banderas, nacionalidades, lenguas o costumbres. De hecho, la cultura clásica la sitúa en cuarto lugar después de la arquitectura, la pintura y la escultura. La música también es creación, es pasión, es transmisora de emociones y sentimientos, es terapia, es vida. Juega un papel que a veces ni ella misma pretende pero sí sus intérpretes, con ese remasterizado ‘Resistiré’ de Dúo Dinámico que tanto animó a la gente confinada en sus casas y se extrapoló a Francia, o un ‘Nessun Dorma’ de Turandot (Puccini), un Vivaldi o, por qué no, un clásico Joaquín Sabina, un Raphael o el grupo Metallica, porque en esto de clásicos ya hay más de uno, para bien, que se ha ganado un merecidísimo puesto en la historia de la música universal sin tener que referirnos a siglos pretéritos.
El mes de julio suele ser fecha habitual de conciertos, ahora con aforos reducidos, pero por fin actuaciones en vivo. Nos transmitía un artista con ironía su contento porque, debido a la reducción de aforo, todos los días registraba un lleno. El músico, el artista, nos decía, vive del escenario y de los aplausos del público y éste necesita también a artistas que aplaudir. Esto que parece tan evidente, no ha sido posible para la mayoría de estos profesionales durante un larguísimo año, por lo que ahora que LOS MÚSICOS SE HAN SUBIDO AL ESCENARIO es el momento de salir, de consumir música en vivo, buena música, respetando las normas sanitarias que haya en vigor por esta pandemia que no nos acaba de dejar y, eso sí, disfrutando como nunca o como siempre.
Uno de tantos y tantos artistas que han vuelto a subir al escenario es Alejandro, cantautor, músico, cuentacuentos durante 33 años… Tras un año y medio “muy duro” por no poder mostrar su música, reivindica lo suyo y a los suyos, “nos han dejado con una mano delante y otra detrás” con la sorpresa ahora, la grata sorpresa, “de ver que la gente está como loca por ir a conciertos, al teatro; los ayuntamientos por organizar cosas y los bares por montar actuaciones”, comenta. En su caso, tiene varios frentes abiertos, un espectáculo con poemas, microrrelatos y canciones surgidas en el año de pandemia, prepara un concierto didáctico para girar por Andalucía, continúa con sus cuentacuentos infantiles y espera sacar en breve el disco pendiente por la pandemia.
Anima a todos a ir de concierto, es seguro, “nos hemos habituado tanto a la mascarilla que ni yo cuando actúo a veces me acuerdo que la llevo puesta; por su parte, el público está perdiendo ese pánico al Covid-19, se está relajando pero respetando las normas sanitarias”, confiesa. Y es que para Alejandro, sin cultura no somos nada. Quizá, asegura, este paréntesis pandémico ha hecho reconocer la valía y el potencial artístico de los músicos, “estamos logrando que se nos respete y se nos dé el puesto de relevancia que, no ya nosotros, sino la sociedad merece”.
Pero no nos engañemos, expresa el cantautor, la cultura de calidad, la música de calidad en este caso, se forja con la experiencia que dan los años y las tablas, “y para tener experiencia en el sector cultural tienes que ser muy valiente, jugártela y arriesgar mucho, esto no se hace por dinero, se hace porque es lo que te gusta”, subraya. Por ello, reclama a ayuntamientos y organismos públicos que a jóvenes músicos y actores ilusionados y con cosas que contar, que les den la oportunidad y el tiempo para poder contarlas bien, porque “seguramente se han perdido miles de artistas de quitarse el sombrero porque tenían que decidir entre comer o crear”, lamenta Alejandro.
En sus 33 años como músico ha tenido que lidiar con mucho, pero pese a todo, se siente reconocido y querido por su público más cercano y, sobre todo, con la libertad y la tranquilidad de hacer lo que realmente le gusta, “para mí triunfar en la música no es salir por la televisión, sino sentirme bien conmigo mismo y transmitir lo que quiero transmitir”. Para este bohemio de la música, la dignidad no se toca y siempre ha defendido su música, sin someterse a exigencias ni adaptaciones de ajenos por cuestiones de moda o comerciales. Igual de claro y contundente es con la cultura musical en este país, “no hay o yo no la encuentro, no tenemos referentes como antes estaba el pop de los 80, o cantautores como Aute, Sabina, Serrat, el olvidado y magnífico Krahe…; ahora está todo maquetado, no cuentan nada, no crean, no se arriesgan, no son capaces de sacar lo que quieren, hacen lo que quieren otros para sacar dinero”, critica.
Música del alma.- La música clásica no gusta a los jóvenes, en general. Pero ¿es un hecho o una frase hecha tan manida que ya se da por sentada? Mejor matizamos y decimos que los jóvenes y adolescentes no escuchan música clásica ni van a teatros, lo que no significa que no les guste, aunque es igual de terrible, como comentan Manuel y Adrián, violinista y guitarrista de un dúo musical. Pero, ¿cuál es la solución?: “Es un tema nada fácil de abordar, comentan, si nos comparamos con nuestros vecinos europeos, en España hay mucha menos afición; todo esto se agrava con la menguante capacidad de escucha atenta y paciente que requiere la música clásica, aunque esto es un fenómeno mundial”. Para estos reconocidos músicos que han girado por todo el mundo, “la única salida es una formación básica, inteligente, continua y adaptada a los nuevos tiempos; la continuidad es clave pues vemos a chavales de Infantil y Primaria encantados con nuestros conciertos didácticos y, en Secundaria, vemos una desafección total”, comentan estos profesionales de la música.
Nivel de enseñanza musical muy bueno.- La mayoría de todos estos profesionales han surgido o se han formado en conservatorios. Raúl Miguel es profesor de Trompeta en un conservatorio madrileño, además de director de orquesta y ha sido galardonado con el segundo premio del Concurso Internacional de Dirección de Orquesta de Londres. Rompe una lanza a favor de la música que se hace en España y de los conservatorios, con “un nivel muy bueno sobre todo desde 1990, donde se cuenta con grandes profesores, formación muy cualificada, buenas infraestructuras y con jóvenes alumnos que ahora están en las principales orquestas internacionales, como es el caso de Manuel Blanco, trompeta principal de la Orquesta Nacional de España y solista en las mejores orquestas internacionales, ganó el primer premio del prestigiosol ARD Music Competition de Munich en 2011”. Para Miguel Rodríguez, este nivel se ha conseguido gracias a la ingente labor de las bandas de música en los pequeños municipios, interesados algunos componentes en estudiar la carrera musical. Una carrera que conlleva mucho estudio, constancia y sacrificio, por lo que pide a muchas familias que no vean el conservatorio como una actividad extraescolar, “existen otros centros igual de competentes y preparados para ello”, a la vez que insta a la educación reglada a ahondar más en la música, en el lenguaje musical, el uso de instrumentos de percusión o la guitarra, creando habilidades para hacer música y con ello, la opción de aumentar el interés del público por la música que conlleve a su vez la creación de nuevas orquestas. La enseñanza en los conservatorios ha dado pasos de gigante con las nuevas tecnologías, “lo que no se ha avanzado en siglos, de 15 años para acá es impresionante, ya no podemos hablar de escuela francesa o española, todo se ha globalizado, mis alumnos de trompeta pueden recibir consejos desde EE.UU. en segundos o ver las mejores orquestas a golpe de click”, explica.
Mariposas en el estómago.- El que busca sus metas es Antonio Torres, alumno de segundo de carrera de Trompeta, con 21 años de edad. El amor por la música se lo inculcó su padre y la banda de música de su pueblo, donde ingresó a los 9 o 10 años. Ya en el conservatorio, sigue estudiando y formándose, reconociendo que es un trabajo difícil y sacrificado, “pero quien la sigue la consigue”, asegura. Con 13 ó 14 años quería ser solista internacional, “ahora pienso que está al alcance de muy pocos, me gustaría ser profesor de conservatorio que también está muy bien”. Ha sacado plaza para seguir estudiando en el Real Conservatorio de Madrid en plena era covid, trabaja con varias orquestas y con el organista de Jesús de Medinaceli de Madrid, además de con el grupo La Lira de Pozuelo. Su siguiente paso sería un Erasmus en Alemania, la cuna de la trompeta. Aunque durante la pandemia ha pasado por varias fases, de estudio, de decepción, de ganas de tocar y no poder porque necesita rodaje en orquestas, Antonio afirma categórico que la música le ha dado amistades verdaderas y duraderas, una filosofía de vida, además de haberlo ayudado psicológicamente, “cuando toqué en el Palau de la Música de Valencia o en la Puerta del Sol se me ponían las mariposas en el estómago”, concluye.
Entrevista a José Antonio Galiani, psicólogo director del Centro Psicosanitario Galiani
“La música fortalece el sistema inmune y potencia el descanso”
Pregunta.- ¿Realmente la música nos influye más de lo que pensamos en nuestro estado de ánimo? Respuesta.- Estudios neurocientíficos demuestran que la música tiene la capacidad de cambiar estados de ánimo activando cada una de las estructuras emocionales del cerebro. Diversos estudios han demostrado que escuchar música influye directamente en las personas, tanto de manera positiva como negativa, con efectos inmediatos y duraderos. Por ello, la música es una de las herramientas fundamentales que utilizamos los seres humanos (y está científicamente comprobado) para influir de forma directa sobre nuestro estado de ánimo y calidad de vida, ya que ayuda a mejorar nuestro bienestar emocional.
P.- ¿Qué beneficios aporta la música en las sustancias químicas del cerebro? R.- La música es capaz de despertar el núcleo de las estructuras cerebrales creadoras de nuestro universo emocional. Libera dopamina en el cerebro como también lo hacen la comida, el sexo y las drogas. Todos ellos son estímulos que dependen de un circuito cerebral subcortical en el sistema límbico, es decir, aquel sistema formado por estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales.
Puede ayudar a rebajar los niveles de cortisol, la hormona relacionada con el estrés, contribuye a reducir el dolor (al liberar endorfinas que actúan como analgésicos naturales), ayuda en desórdenes neurológicos (como el Alzheimer, Parkinson o Autismo), aumenta la comunicación neuronal, así como su elasticidad y plasticidad, fortalece el sistema inmunológico, aumenta el optimismo y protege el envejecimiento cerebral. También, combate el dolor de cabeza, gracias a su efecto relajante y desestresante y, junto a ello, reduce la presión arterial. Asimismo, según algunos estudios, tocar un instrumento musical reduce los efectos del deterioro mental asociado al envejecimiento y potencia la memoria.
P.- Las personas que estén sufriendo cuadros de ansiedad, depresión…, ¿tienen que escuchar un determinado tipo de música o por el contrario pueden ser melodías que les recuerden momentos felices de su vida? R.- Todos percibimos la música de manera diferente, por lo que existe un estilo indicado para cada uno de nosotros dependiendo de cómo nos sintamos. Fácilmente asociamos una canción o un estilo musical con nuestro estado de ánimo, y reconocemos cuando una canción nos parece “alegre” o “triste”. Por ello, resulta evidente que no todos los géneros musicales actúan igual. Las canciones de tempos lentos traen sensaciones de calma y serenidad, mientras que las canciones de tempos rápidos traen sensaciones alegres y excitantes.
El ritmo está relacionado con la activación y/o relajación muscular, provocando inhibición motora y sensación de paz en el caso de los ritmos lentos, y activación motora y exteriorización de sentimientos en el caso de los ritmos rápidos.
Las notas agudas, frecuentemente actúan sobre el sistema nervioso provocando una actitud de alerta y aumento de los reflejos, por lo que puede ayudarnos a despertar o evitar que el cansancio nos venza. Los sonidos graves facilitan la relajación y producen una tranquilidad extrema.
En cuanto a la instrumentación, los instrumentos de cuerda suelen ser expresivos y penetrantes, y son recomendables tanto para cuando nos encontramos mal, como para cuando nos encontramos bien. Los instrumentos de viento se destacan por su poder alegre y vivo, y son los indicados para cuando nos sentimos tristes o decaídos. Los instrumentos de percusión incitan a la acción y el movimiento, y son perfectos para divertirnos cuanto nos sentimos bien.
P.- ¿Qué beneficios físicos, emocionales, sociales, cognitivos y espirituales nos aporta la música? R.- Innumerables tipos de abordajes terapéuticos se valen de la música con el fin de mejorar, mantener o intentar recuperar el funcionamiento cognitivo, físico, emocional y social. La musicoterapia, a través de la utilización clínica de la música, busca activar procesos fisiológicos y emocionales que permiten estimular funciones disminuidas o deterioradas y realzar tratamientos convencionales. Se han observado importantes resultados positivos en pacientes con trastornos del movimiento, dificultad en el habla producto de un accidente cerebrovascular, demencias, trastornos neurológicos y en niños con capacidades especiales, entre otros.
La música es capaz de disminuir la tensión crónica, de proteger nuestra capacidad auditiva, de mejorar la salud del corazón, nos ayuda a disminuir el dolor, presenta efectos significativos en reducir la ansiedad, mejorar el estado de ánimo y la calidad de vida, nos ayuda a practicar deporte, potencia el descanso, fortalece el sistema inmune, disminuye la ingesta de comida (haciendo que la disfrutemos más) y, además, aumenta la felicidad si cantamos en grupo.
Texto: Oliva Carretero, Ayer&hoy. Fotos: Pixabay, Raúl Miguel