En cuanto escuchas los primeros acordes del nuevo trabajo de Café Quijano sabes que son ellos, siguen con su esencia después de casi 24 años en el mundo de la música. Manhattan es su nuevo trabajo en el que encontramos a Manolo, Óscar y Raúl con esa misma chispa con la que se dieron a conocer con su canción Lola. Un nuevo disco que vuelve a los orígenes, al verdadero sonido Café Quijano.

“Nunca hemos abandonado nuestra esencia. Manhattan es como una segunda parte del disco La Taberna del Buda”

Pregunta.-Casi 24 años en la música, ¿qué se siente?
Respuesta.- Que nunca más certero el dicho de que la vida pasa a toda velocidad y que cuando menos cuenta te das, todo son recuerdos que te parecen que fueron ayer pero, que hace muchísimo tiempo. Pero estamos encantados de poder disfrutar el tiempo como lo estamos disfrutando y como lo hemos disfrutado durante estos casi 24 años.

P.- ¿Qué recordáis del comienzo en el año 97?
R.- Mucha ilusión, pero también momentos de incertidumbre, en cierto modo. El mundo de la música es muy complicado, la música es muy bonita, pero profesionalizarla y entrar en una industria tan competitiva como es la discográfica tienes que estar bien preparado y en ese momento éramos totalmente novatos, era todo nuevo, expectante, interesante, agradable y con mucha ilusión.

P.- ¿Os imaginabáis recorrer este camino en el que lleváis ya tanto tiempo?
R.- No. Cuando empezamos en la música empezamos de una manera casi azarosa, no fue ni mucho menos premeditado, un día dijimos “vamos a hacer un grupo” y bueno, ahí surgió. La verdad es que cuando empiezas en algo, quizás en nuestros sueños más ocultos decíamos “a lo mejor podemos estar en este negocio un tiempo”, pero nunca nos planteamos el ir más allá de hacer un primer disco, disfrutar, pasarlo bien y, luego, se han ido sucediendo las cosas muy agradablemente, pero nunca nos imaginábamos estar casi 24 años.

P.- Veinticuatro años juntos los tres hermanos. ¿Muchas peleas?
R.- Muchas (risas). Peleas las justas y muchos abrazos también. La vida es un sube y baja, en cualquier tipo de relación, no solo profesional y de hermanos, hay momentos y hay que pasarlos, superarlos y como en todas las familias, se cuecen habas.

P.- En vuestras letras la mujer siempre está presente, ¿qué importancia tiene?
R.- La mujer es centro de prácticamente todos los argumentos, de todas las canciones por un millón de razones. En primer lugar, porque ha formado parte de nuestra vida desde el principio. Siempre decimos que tenemos dos vidas y seguimos disfrutando de dos vidas preciosas: una artística, gracias a una mujer que es Lola, y otra vida que es la que nos ha dado la madre naturaleza que es nuestra madre. A lo largo de nuestras vidas se han cruzado muchas mujeres maravillosas, a las que les debemos el mayor de los respetos y que han servido en muchos casos para ser las protagonistas de las historias que contamos. Tenemos que decir que protagonizamos alguna, pero de otras, tenemos mucho conocimiento porque prácticamente todas las que contamos son historias reales.

P.- ¿Cómo habéis evolucionado desde el comienzo hasta ahora con el último trabajo Manhattan?
R.- Es complicado. Tendríamos que hacer un análisis, una reflexión y seguramente sentarnos en un sillón con un psiquiatra que nos contara cosas del subconsciente (risas). Es difícil dar una respuesta cerrada. Musicalmente hemos aprendido, nos hemos preocupado de estudiar, de evolucionar, de mejorar…; y personalmente, el paso de los años nos ha dado más tranquilidad, madurez y quizás también, mucha precaución a la hora de avanzar.

P.- Ahora con Mahanttan volvéis un poco a los orígenes de Café Quijano porque decís que es la segunda parte del disco La Taberna del Buda, ¿por qué esa vuelta?
R.- Nunca hemos abandonado nuestra esencia, es verdad que el último disco que hicimos quizás no era con esos ritmos, con esa manera de composición, pero en los conciertos siempre hacemos una gran revisión a todos los temas que hemos hecho y siempre han estado ahí esos sonidos. Sí es cierto que queríamos, después de 21 años que salió el disco de La Taberna del Buda, hacer como una segunda parte con canciones que tuvieran la misma manera, el mismo sonido. De hecho, nos hemos ido a grabar a Los Ángeles, como en aquella ocasión, con toda la gente de allí y estamos dichosos del resultado. Es un sonido muy nuestro, muy característico y lo cierto es que ha salido redondo.

P.- ¿Y cómo ha sido ese reencuentro allí en Los Ángeles con los músicos de La Taberna del Buda?
R.- Pues imagínate. Alguno ya era madurito (risas). No, bien, bien, nos hemos encontrado con la misma gente, con 20 años más, como nosotros. Sí es cierto que la ciudad no era la misma, porque fuimos en un momento en que las restricciones en el mundo entero eran muy fuertes, pero en California muchísimo más que en otros sitios. Pero en esencia, allí estaban todos con sus instrumentos y con las mismas caras, algunos con menos pelo también y otros más gorditos, todos hemos cambiado. Habría que preguntarles a ellos también cómo nos han visto a nosotros (risas).

P.- Habéis empezado una gira, ¿qué supone arrancar con la primera gira después de la pandemia?
R.- Comenzamos a mediados de enero y la verdad es que tanto por nuestra parte como por parte del público hay muchas ganas. Llevamos dos años con mucha pena, con mucha restricción y el inicio de la gira ha ido muy bien, mejor de lo esperado. Ha empezado fabulosamente, allí donde vamos la gente está encantada, hay ganas de distensión, de pensar en otras cosas, ganas de mambo…

P.- Y de bailar porque antes ibas a los conciertos y te tenías que quedar sentadito en una silla.
R.- Bueno y todavía, aunque la gente está loca por bailar, al final se levantan y no se mueven del sitio. Hay que seguir apelando a la responsabilidad por cómo están las circunstancias, pero en ocasiones surge esa espontaneidad que no se puede sujetar. Lo lógico en un concierto es que se baile, lo anormal es lo que ha pasado hasta ahora.

P.- ¿Tenéis un montón de fechas cerradas ya para los próximos meses, habéis cogido fondo ya, os estáis acostumbrando al ritmo de la gira?
R.- Como empezamos en enero, ya hemos ido entrenando (risas). Estamos encantados, otra cosa nos puede cansar, pero esto no nos cansa y, es más, si nos cansara nos aguantábamos porque lo pasamos muy bien y disfrutamos mucho. Es lo que nos gusta, tu propia mente te hace generar una energía que sale de donde menos lo esperas porque a veces puedes llegar con el ánimo caído, cansado, pero cuando sube el telón se olvida todo.

P.- ¿Ha habido algún momento en el cual hayáis dicho estamos cansados, tiramos la toalla?
R.- Sí, ha habido varios momentos de estar agotados, pero nunca de tirar la toalla. En 1997/98 con el primer disco y las giras, tuvimos tanta suerte, añadida al trabajo lógicamente, que no paramos hasta 2005. Y entonces decidimos darnos un año sabático que se nos fue de las manos porque se alargó a 8 años (risas), pero la música es uno de nuestros hobbies, imagínate estar haciendo lo que te gusta y encima, a veces, hasta cobramos (risas). Sería de mal nacido no ser agradecido, con lo que estamos haciendo y con lo bien que lo pasamos.

P.- ¿Quién os ha diseñado la portada de Manhattan?
R.- Un diseñador que se llama Dani que es un figura. Nos apetecía subirnos un poquito al carro de las tendencias, algo que tuviera que ver con el cómic y dijimos “bueno vamos a probar cómo salimos dibujados”. Afortunadamente salimos favorecidos.

P.- De todos los temas que componen el álbum Manhattan, ¿cuál es el que más os gusta?
R.– ¡Uy, uy, uy! Es un poco también como cuando le preguntan a un padre o a una madre de familia numerosa qué hijo prefiere, cuál es su favorito, en este caso todas las canciones las hemos luchado, trabajado, cantado, preparado…, es difícil decantarse por una, pero quizá Manhattan por la energía que trasmite y el ritmo que tiene.

Texto: Kathy Montero. Fotos: Juanjo Vega