Pasión por su trabajo para dar lo mejor a sus clientes
La primera Feria del Campo que se celebró en Madrid fue lo que a Manuel Fernández Durán le trajo a la capital. De origen extremeño era labrador y ganadero en su tierra pero compró un billete para venir a promover la feria del campo y allí se enteró que un señor necesitaba alguien que entendiera de agricultura. Así fue como aterrizó en Pozuelo de Alarcón para trabajar la tierra de la finca La Alamedilla, “allí empecé a plantar tomates, lechugas… Estuve siete años en la finca La Alamedilla, bueno yo y mi mujer, Isabel. Primero me vine solo, al año me casé y al siguiente ya tuvimos nuestro primer hijo, José. Vendíamos a toda la gente de las distintas colonias que venía a pasar el verano a Pozuelo. Ahí fue cuando me di cuenta que era mejor vender el producto que plantarlo”, nos cuenta Manuel.
Fue entonces cuando alquiló un local en la calle Luis Béjar comenzando con el negocio de la frutería. Desde entonces llevan cincuenta y cuatro años vendiendo fruta y verdura a las familias de Pozuelo y alrededores además de bares y restaurantes.
Se hicieron con un pequeño carro de mano para el reparto y desde pequeños los hijos de Manuel e Isabel han echado una mano en el negocio familiar. “Tenía 10 años y mi hermano Manuel 8 cuando empezamos a repartir con el carro, íbamos a Los Sauces, a la piscina, la verdad es que repartíamos por todas las colonias” nos dice José Fernández Mohedas, uno de los hijos.
En el local de la calle Luis Béjar estuvieron cinco años y al subirle la renta del alquiler se decidieron a comprar un local en la Plaza del Padre Vallet número 2, “pagaba cinco mil pesetas de renta y nos subió a 15.000, el triple y yo no podía. Por eso compré el local, pedí un crédito al 18% con un descubierto a un 25%, eran las condiciones que teníamos por aquel entonces”, apunta Manuel.
Tuvieron una finca en la que cultivaban, además de ir a distintos pueblos de la geografía española para comprar género nos dice José, “mis padres y nosotros de pequeños íbamos a Malpica del Tajo, comprábamos ciruelas y el exceso las vendíamos en Legazpi en el antiguo mercado de frutas y verduras. De hecho allí nos conocían por Durán Pozuelo porque Fernández había muchos pero la tienda es Frutería Manuel Fernández e hijos. Cuando llegaba junio ya empezábamos a ir a Malpica, a Cebolla, a todos esos pueblos a por tomates, a por melones, a por higos… ”.
Unos años más tarde de comprar el carro de mano, pasaron a repartir el género en bicicleta, recuerda José que llegaban hasta el restaurante El Ventorro sito en la entrada de Aravaca, uno de los mejores restaurantes de la época al que iba mucha gente de Madrid, y cuando tuvo 14 años, Manuel e Isabel compraron unas motos para el reparto. “Eran unas motillos amarillas que tenían dos trasportines, luego ya con 18 años me saqué el carnet de conducir y actualmente tenemos cinco furgonetas para el reparto” apunta José.
Manuel e Isabel llevan toda la vida juntos “no habrá matrimonio que esté más horas con su mujer que yo. Nos ha gustado siempre trabajar juntos en la frutería, es donde mejor me lo paso y mi mujer también, de hecho intentamos echar una mano a nuestros hijos y muchos días llegan las dos de la tarde y me cuesta subírmela a casa para comer. Seguimos disfrutando mucho y el ver a mis hijos cómo trabajan el negocio familiar con ese cariño me enorgullece y funcionan muy bien”, nos cuenta Manuel emocionado.
Recuerda que a los primeros que despachó fue a la familia López Bravo que venían los domingos a misa pero por su frutería han pasado los Ruiz Mateo, Alfredo Kraus con Rosa su mujer, el también fallecido Claudio Boada Villlalonga aunque su viuda sigue yendo a la frutería y hasta la abuela de Carlos Sainz, “que hasta el año pasado ha estado viniendo con 90 años porque le encanta venir a la frutería”, nos dice Manuel.
Actualmente son tres los hijos de Manuel e Isabel que están en la frutería, José Francisco, Manuel y Luis con seis empleados más. La calidad del producto que tienen es excepcional, pero el trato personal hacia el cliente es de primera, por eso no es de extrañar que haya clientes que lleven con ellos desde que abrieron hace ya 54 años. “Este tiempo que hemos estado confinados, que no hemos realizado el reparto en restaurantes, hemos tenido una avalancha de pedidos particulares inmensa. No hemos tenido que poner a nadie en Erte, al contrario, siempre corriendo con las furgonetas repartiendo sin parar y eso que abrimos solo por las mañanas. Los clientes se asombraban cuando me preguntaban ¿cuándo me trae usted el pedido? Hoy, dentro de una hora está en su casa”, nos cuenta José.
El futuro del pequeño comercio es incierto, nos dice José pero la Frutería Manuel Fernández e Hijos sigue viva, atendiendo los pedidos de los vecinos de Pozuelo y es que el cariño con el que la Frutería Manuel Fernández e Hijos trata a sus clientes, personalizando los pedidos y conociendo de antemano sus gustos, no lo hacen ni lo harán las grandes superficies.
Texto: Ayer&hoy
Fotos: Ayer&hoy / Frutería Manuel Fernández e Hijos