Lucien Olivier fue un joven chef que en 1860, a los 22 años, decidió viajar hasta la esplendorosa Rusia de los zares y abrir en Moscú un lujoso restaurante al que llamó Hermitage. En poco tiempo consiguió que la aristocracia moscovita acudiese a su restaurante a probar la deliciosa ‘ensalada Olivier’, sin lugar a dudas el plato estrella de la casa. Dicha ensalada llevaba una base de patatas cocidas a la que le añadía una serie de carísimos productos de primera calidad (entre ellos lengua de ternera, langosta, caviar o urogallo) y la aliñaba con una especie de salsa mahonesa a la que le incorporaba un ingrediente que mantuvo en secreto.

Muchos fueron los que quisieron robar o copiar la famosa receta de tan exquisita ensalada, pero ningún otro restaurante le supo dar ese toque que tan solo Lucien Olivier conseguía.

Pero lo que fue definitivo para trasformar la ‘ensalada Olivier’ en la ensaladilla que hoy en día conocemos fue la Revolución Bolchevique, ya que a partir de entonces se le incorporó ingredientes muchos más baratos, menos exclusivos y que estaban al alcance de cualquier bolsillo. A partir de ahí se hicieron infinidad de variaciones y pruebas, poniéndose de moda en todos los restaurantes de Rusia variando los productos dependiendo del lugar. Esta nueva ensalada Olivier se dio a conocer a nivel internacional y, como venía de Rusia, aquí empezamos a llamarla de ese modo: ‘ensaladilla rusa’. Como dato anecdótico durante los años de la dictadura franquista en algunos lugares de España se rebautizó a este plato como ‘Ensaladilla Nacional’, debido a la estigmatización que había a todo lo relacionado o proveniente de Rusia.