Aprincipios del siglo XIX un farmacéutico francés, Francois Antoine Descroizilles, tuvo la idea de unir dos recipientes de estaño o cobre comunicándolos con una chapa metálica repleta de agujeros a modo de colador. Llenó la parte inferior de agua y café molido y puso su invento al fuego. Tras unos minutos, cuando el agua llegó a ebullición subió al recipiente superior y aquella infusión resultante había tomado el olor y el sabor del café. El invento fue bautizado con el nombre de “Caféolette” y así fue como se inventó la primera cafetera de la historia. Tras varias modificaciones la cafetera sería patentada en Estados Unidos en 1873. Estaba formada por un cilindro que albergaba un filtro que, poco a poco, bajaba presionando los posos del café. El problema era que no siempre el filtro tenía el mismo diámetro por lo que muchas veces la infusión no salía perfectamente colada. Este problema del diámetro del filtro sería subsanado gracias a un ama de casa alemana, Melitta Benz, quien, en 1907, sustituyó el filtro metálico a modo de colador por un paño poroso de lana. El resultado fue buenísimo pero como el paño se iba desagarrando ideó un sistema a base de papeles muy porosos de usar y tirar, solucionando así el problema.