Luis Andrés Domingo Puertas, Historiador y arqueólogo.

Existen lugares que han acumulado, con el paso de los siglos, un sedimento de tradiciones, rastros de culturas, sucesiones de hechos y de gentes; sitios en los que el tiempo ha ido amalgamando identidades y conformando una vaga noción de algo remoto que funda la conciencia colectiva del presente. Los nexos que sujetan la idea de pertenencia en los miembros de cualquier comunidad se establecen en las interrelaciones simbólicas cuyo tronco nace de las raíces de la historia. El pasado es un campo abonado por aquellos sucesos que adquieren su significación para hacer crecer la filiación colectiva, siempre fija, pero también siempre cambiante. La identidad tiene, por tanto, mucho de construcción histórica y de mirada hacia el pasado. En muchas ocasiones, las tradiciones tienen su fundamento en leyendas asociadas a lugares y a veces, incluso, puede la memoria oral tener su asiento en lo real, aunque la realidad de lo transmitido sea huidiza o se haya olvidado por completo.

Los vecinos de Boadilla del Monte hunden una de las raíces de su identidad en la tradición que vincula a San Babilés con uno de los parajes de esta población y la ermita que durante siglos allí se levantó. La tradición oral ha afirmado siempre que los restos de este santo yacen enterrados en dicho lugar, donde su memoria ha sido venerada por siglos y todavía hoy sigue viva gracias a una Hermandad cuyas reglas y ordenanzas más antiguas se remontan a finales del siglo XV.

En los últimos años, la Arqueología, mediante un proyecto sistemático de investigación promovido desde el Ayuntamiento de Boadilla del Monte, ha venido a aportar su punto de vista, así como nuevos e interesantes datos sobre la historicidad del origen de este culto y su evolución y permanencia a lo largo de varios siglos. El yacimiento de San Babilés y su entorno inmediato remontan su ocupación a los momentos finales de época romana, cuando ya existía en el lugar una necrópolis que, posteriormente, durante el periodo visigodo, sirvió de pretexto para erigir una ermita en torno a la cual siguieron realizándose enterramientos. Está bien atestiguado arqueológicamente un poblamiento disperso en pequeñas aldeas de época visigoda en torno al Arroyo de la Vega. En torno al siglo VIII, este poblamiento tomaba como referencia religiosa la ermita de San Babilés y la necrópolis a ella asociada. Con la conquista islámica de estos territorios se produce una progresiva desarticulación de las estructuras poblacionales de época visigoda y, en consecuencia, un abandono del culto en la primitiva ermita.

Visita escolar y vista general del yacimiento. (Fotos: Ayuntamiento de Boadilla)

Tras la reconquista cristiana de estos territorios, a partir de la recuperación de Toledo por Alfonso VI de Castilla en el año 1085 y, sobre todo, después de la estabilización de la zona tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, se produce una revitalización del centro religioso con la construcción de una iglesia sobre las ruinas de la anterior ermita. Se recupera la tradición que identificaba el lugar con el martirio de San Babilés y se inicia un periodo en el que el nuevo templo adquiere un relevante valor simbólico y religioso después de varios siglos de olvido. Los datos arqueológicos que se desprenden de la excavación del enclave, nos muestran una iglesia de una sola nave con ábside semicircular, un acceso situado en el lado meridional y una torre campanario de planta cuadrada en la esquina noroeste.

La sencilla construcción del siglo XIII fue ampliada y mejorada a partir del siglo XV, como evidencian los datos arqueológicos, así como la formalización estatutaria de la Hermandad de San Babilés en 1478, lo que pone de manifiesto que el culto al santo incrementó notablemente su relevancia. La iglesia se amplió con un atrio situado al sur. En el lado norte se dispusieron nuevas estancias, como la sacristía, y al sur una galería discurría a los pies del edificio a la que se añadieron una serie de pequeñas celdas cada una con una pequeña ventana.

La decadencia de la ermita se inició con el saqueo y destrucción acaecida durante la Guerra de Sucesión a principios del s. XVIII y recibió el mazazo definitivo con la Guerra de la Independencia, cuando la edificación quedó arruinada por completo y eso condujo a su abandono definitivo, sumergiéndose así en un largo periodo de brumas que, solo la memoria colectiva de los vecinos de Boadilla, salvó en su recuerdo y que ahora la Arqueología está contribuyendo a desvelar.

A la izquierda, uno de los restos humanos hallado en la necrópolis; a la derecha, jarras de cerámica y cantimploras -algunas del siglo VIII d.C.- recuperadas en el yacimiento de San Babilés, de Boadilla. (Fotos: Ayuntamiento de Boadilla del Monte)