César Vacchiano / Ingeniero y analista

La búsqueda de una respuesta contundente de los países de la Unión Europea a la agresión rusa en Ucrania facilitó iniciativas presentadas con gran despliegue de medios que no han demostrado ser eficaces para deteriorar la economía del agresor. Cuando han transcurrido quinientos días desde los primeros ataques rusos contra Kiev podemos realizar un análisis prospectivo sobre la situación y anticipar posibles escenarios de futuro. El punto de partida es la incipiente disconformidad de numerosos países con las políticas dictadas desde la Comisión, la fragmentación del Parlamento ante las primeras decisiones de la Agenda para la Sostenibilidad y las iniciativas nacionales que promueven diferencias en la solución proyectada.

El principal protagonista de la crisis, Alemania, cautivo de los suministros rusos de gas, adoptó medidas de ahorro en el consumo del hidrocarburo, ha promovido la sustitución de tres centrales nucleares por centrales de carbón y atender así a la demanda de electricidad, impulsando a la vez la generación eólica y el autoconsumo de los hogares con instalaciones fotovoltaicas. Con ello ha reducido consumos de gas procedentes de Rusia y sustituido parte de las importaciones de petróleo por suministros desde el Mar del Norte, pero sigue pagando a Rusia por su extrema dependencia y tendrá que amortizar gasoductos, hoy clausurados antes de ser operativos, por las medidas anti – Putin.

Francia ha promovido el relanzamiento de sus infraestructuras de generación nuclear, intensificando las tareas de mantenimiento del parque actual – 56 reactores – y desarrollando nuevos modelos de producción y montaje seriado, lo que abrirá un mercado europeo en el que ya han mostrado interés otros países. Mientras tanto, incrementa sus instalaciones eólicas y la importación de electricidad desde España donde el precio se ve reducido por la limitación del precio del gas según una decisión de nuestro gobierno que difiere las diferencias de precio para su pago posterior por los consumidores; con ello han surgido operaciones especulativas en Francia que suponen el enriquecimiento de unos pocos con cargo a una deuda que nos tocará amortizar a todos los consumidores españoles.

El Reino Unido, casi autosuficiente por sus yacimientos del mar del Norte ha intensificado su apuesta nuclear y mantiene sus programas de generación eólica. Participa en los programas de nuevos reactores (SNR) modulares lo que viene a fortalecer la postura de Francia pese al “Brexit”.

En España, las medidas energéticas han tenido un contenido ideológico lo que dificulta el debate técnico y económico. Cuando aparecen los primeros síntomas de rechazo a las instalaciones eólicas y los parques fotovoltaicos padecen la complejidad legislativa, España se enfrenta a decisiones judiciales internacionales que obligan a indemnizar a inversores perjudicados en los proyectos impulsados por el gobierno de Zapatero y la generación eléctrica del futuro se ve amenazada por el anunciado cierre de nuestros reactores nucleares. Además, al haber provocado reacciones hostiles de Argelia por las decisiones inesperadas sobre el Sahara, hemos de sustituir el gas argelino por GLP de otras procedencias que, afortunadamente, podemos regasificar en plantas ya construidas que no se deben a este gobierno y nos garantizan suministros a la red. En todo caso compramos a Rusia el triple de gas que antes de la guerra y tenemos las reservas por encima de los niveles de seguridad.

Italia es tan dependiente de los suministros exteriores de gas que su única opción para perjudicar a Rusia es modificar sus compras y ligarlas a nuevos suministradores, como Argelia, que ha podido casi cerrar el grifo a España sin sufrir en sus cuentas al ser Italia su primer cliente.

Suecia mantiene las operaciones de generación nuclear y Polonia el “mix” tradicional con gas y carbón progresivamente sustituido por nuevos parques eólicos, mientras el resto de los países son consumidores menores que se están posicionando con Alemania y Francia que representan el antagonismo en los criterios europeos.

Nace así un periodo de incertidumbre que no se resolverá hasta después de las elecciones europeas de 2024. Las discrepancias ante la inclusión de la opción nuclear entre las energías limpias, adoptada por presiones francesas, se refuerzan ahora para limitar las decisiones sobre la Agenda 2030 que pueden representar un grave perjuicio para la industria europea. En efecto, se pone en duda el fin de los vehículos de combustión, se califica como “verde” el hidrógeno producido con electricidad nuclear y se proyecta la producción autóctona de componentes energéticos para reducir la dependencia de China. Un nuevo panorama que en España se verá reforzado cuando un nuevo gobierno, en 2024, libere las restricciones que impone el pensamiento único administrado ahora con cierta soberbia.

(Para más información, Bajalica Green Planet SL. Defensa del Medio Ambiente Tel.: 91 856 01 77, bajalica@bajalica.es, www.bajalica.es)