César Vacchiano / Ingeniero y analista

Cuando la preocupación de los dirigentes europeos se ha centrado en la energía y se pone a prueba la debilidad de la estrategia adoptada en el pasado por la abultada dependencia de un suministrador psicópata, inmerso en corrupciones alimentadas desde el poder para asegurar la permanencia del sátrapa gobernante, toda la población europea aborda su primer invierno con incertidumbres de suministro.

La falta de una política energética común en la Unión Europea y la candidez alemana al subordinar su economía al suministro de un gas barato desde Rusia, han llevado la crisis de dependencia a un enfrentamiento moral por la invasión de Ucrania, cuyos costes van a enfriar hogares y economías en todo el continente.

Conviene recordar ahora que la seguridad de suministro energético y sus precios son factores determinantes de la capacidad de un país para desarrollar procesos industriales y asegurar el bienestar de sus ciudadanos. La ausencia de recursos petrolíferos en España, por ejemplo, ha marcado su dependencia energética del exterior, paliando en parte a través de su sistema eléctrico los efectos económicos de esa dependencia. Una base asegurada de generación nuclear, siempre por encima del 20% de la demanda de consumo, junto con la creciente contribución de los parques eólicos, con menor garantía de continuidad, pero moderadores de los precios, junto con la explosiva instalación de parques fotovoltaicos, ha llevado nuestra generación sin efectos contaminantes por encima del 70% de las necesidades. Con ello se han acelerado los cierres de centrales de carbón y se ha reducido la dependencia del gas como combustible de las centrales de ciclo combinado, las causantes por el sistema de fijación de precios, de los escandalosos incrementos de coste en hogares y negocios de todo tipo.

Desgraciadamente, la energía ha sido utilizada en Europa y especialmente en España como fuente de recaudación fiscal. Las ayudas que ahora se utilizan como paliativo de la crisis de precios solo disimulan los enormes crecimientos en los impuestos recaudados en la escalada. Ahora queda valorar la última contribución de los consumidores en la respuesta europea a la crisis: ser capaces de reducir el consumo. Ciertamente es una parte de la solución. Menores consumos aseguran la manejabilidad de las reservas de gas y el control de precios. Sin embargo resulta paradójico el comportamiento de los políticos cuyos salarios se pagan con impuestos y cuyas propuestas han de pagarse también con cuotas de incomodidad. Han sido incapaces de fomentar una planificación energética que conduzca a la soberanía de los países sobre un bien esencial; han contaminado, en su beneficio para la continuidad en el poder, la contribución de la energía nuclear a dicha soberanía; y han facilitado la dependencia de los suministros rusos, incluso colocándose al frente de los propios negocios y sus infraestructuras.

La hora de los consumidores implica cuotas de responsabilidad colectiva que no son merecidas por quienes nos han llevado hasta aquí. Hacerse perdonar los errores cometidos ya es un asunto de primer nivel en la política alemana, pero hemos de exigir mayor racionalidad en las decisiones del resto de Europa.

Donde sea eficiente la generación fotovoltaica, como ocurre en todos los países mediterráneos, los gobiernos han de potenciar la generación distribuida en hogares, facilitando una transición que asegure mayor salubridad ambiental en las ciudades con predominio de lo eléctrico. Las limitaciones que el viento y las noches aportan a las renovables clásicas han de compensarse con la garantía de una generación nuclear que representa una solución técnica y eficiente. Sustituir el carbón es positivo para el medio ambiente, pero hacerlo desde la cautividad que representa el suministro de gas natural desde países sin garantías democráticas es un riesgo permanente.

Mejorar la eficiencia de la climatización aislando viviendas, generando y acumulando la propia energía es una línea segura de soluciones futuras. Ahí pueden encontrar los gobiernos un área de ayudas para compensar errores anteriores y retribuir, en parte, a los consumidores por todo lo que ahora están pagando. Ayudas que pueden coordinarse con la banca, buenas para el empleo, para la industria y, en definitiva, para la economía.

(Para más información, Branco Bajalica SL. Defensa del Medio Ambiente Tel.: 91 856 01 77, bajalica@bajalica.es, www.bajalica.es)