Carlos Caballero /
Arqueólogo
Colegio de Profesionales
de la Arqueología

A la sombra de la basílica de San Francisco el Grande, uno de los templos más conocidos de Madrid, semioculto por ella, se sitúa la Capilla del Cristo de los Dolores de la Venerable Orden Tercera de San Francisco de Asís, apodada por los madrileños como “San Francisquito” por el contraste con la basílica vecina y por compartir con ella advocación franciscana y que, sin embargo, pese a ese cariñoso apelativo popular, fue descrita por Elías Tormo, uno de los más destacados estudiosos de las iglesias madrileñas, como “la más típica iglesia de Madrid y la más sencillamente bella de las del reinado de Felipe IV, por su arquitectura y su decoración, dentro del arte prebarroco o, mejor, protobarroco”.

La Venerable Orden Tercera de San Francisco (V.O.T.) parece haber sido fundada hacia 1221 con el objeto de que los seglares pudieran participar de la vida evangélica de la orden franciscana. La rama madrileña de la V.O.T. se constituye en 1608 y en 1613 construye una primera capilla, en este mismo emplazamiento, junto a la cornisa de Las Vistillas. Esta primera capilla pronto se quedará pequeña y se planteará la posibilidad de levantar una de mayores dimensiones, cuyas trazas se encargarán al jesuita Francisco Bautista y al arquitecto Sebastián Herrera Barnuevo, a partir de 1662, mientras que la sacristía, que durante un tiempo se atribuyó a Ardemans, será realizada por Marcos López y José de Arroyo, ya desde el año 1685. En cuanto a Teodoro Ardemans, que no participó en la construcción de esta Capilla, desempeñó a cambio un papel decisivo en el cercano Hospital de la V.O.T., otro edificio especial que merece también una visita.

Izq.: la capilla de los Dolores, derecha, y San Francisco el Grande. Centro: Las cubiertas de ambos monumentos con el chapitel a la derecha (Foto: C.C.). Dcha: Galería de acceso a la capilla, con San Francisco el Grande a la derecha (Foto: C. Caballero)

Frente a la grandilocuencia de San Francisco el Grande, lo primero que llama la atención de esta exquisita capilla de proporciones perfectas, construida en la segunda mitad del siglo XVII, es la ausencia de un acceso desde la calle: se llega a ella por una galería, atribuida a Sabatini, perteneciente a la basílica vecina, abierta en la calle San Buenaventura, y se entra a la capilla por una discreta puerta que se abre a los pies del templo, permitiendo descubrir de un vistazo el interior de la iglesia, caracterizado por su pureza de líneas, y en medio del cual destaca el baldaquino con el Cristo que da nombre a la Capilla. Sobre él se dispone el chapitel que, recientemente restaurado, es una de las señas de identidad del edificio. Tras el altar mayor, una pequeña puerta da paso a una imponente sacristía, que es otro de los principales hallazgos arquitectónicos de este templo excepcional.

En la actualidad, la Capilla del Cristo de los Dolores sigue siendo un templo muy apreciado desde el punto de vista artístico, pese a no ser de los más conocidos de la ciudad, constituyendo un descubrimiento imprescindible para quienes aún no lo conozcan, y una visita siempre llena de sorpresas para quienes ya hayan estado allí.

Sobre estas líneas, una imagen de la sacristía y otra del interior de la capilla del Cristo de los Dolores (Fotos: Carlos Caballero)

(Más información en https://www.capillacristodoloresvot.org/, donde también puede concertarse la visita. Está previsto que las visitas a la Capilla, un sábado de cada mes, previa cita, se reanuden en los meses finales de 2021).