La ciudad italiana de Rávena, situada en la región de la Emilia Romaña, al sur de Venecia y a orillas del Adriático, puede ser considerada como la Capital Mundial de los Mosaicos Bizantinos.

El motivo de la existencia de tal número de mosaicos se debe a que esta ciudad se convirtió, durante un importante periodo de tiempo, en la capital de las regiones occidentales del Imperio Bizantino. Son ocho los monumentos de aquel periodo que han sido incluidos como Patrimonio de la Humanidad. Se necesita más de un día para poder verlos todos y aquí haremos solo mención a alguno de ellos.

La Basílica de San Vital es el gran monumento que hay que ver en Rávena, cumbre del arte bizantino. Nada hace pensar, con su fachada realizada a base de obra vista y sus pesados arbotantes, el esplendoroso interior que atesora. La basílica fue consagrada en 547, pues no se trataba de un templo nuevo sino de la remodelación de uno anterior, que fecharía del año 527, cuando Rávena formaba parte de los dominios ostrogodos.

San Vital es no solo uno de los conjuntos de mosaicos más bellos de Rávena, junto con los de Sant’Apollinare Nuevo, sino uno de los más bellos de todo el arte bizantino.
El segundo de los monumentos que es de visita obligatoria es el Mausoleo de Gala Placidia. Se trata de una pequeña edificación con planta de cruz griega que data del año 425 y cuyos mosaicos son, probablemente, los más antiguos de toda la ciudad, suponiendo un momento de transición entre el arte paleocristiano y el bizantino.

El edificio, al igual que San Vital, está revestido de ladrillo y piedra. En el interior, tanto las paredes como la cúpula están decoradas con mosaicos.

A muy corta distancia se encuentran los dos siguientes objetivos. Se trata del Baptisterio Neoniano y del Museo Arcivescoville.

El Baptisterio Neoniano es el edificio más antiguo de los 8 inscritos en la lista del Patrimonio Mundial y uno de los primeros ejemplos de baptisterio que se conservan en el mundo entero. Según parece, antes que baptisterio cristiano habría desempeñado la función de baños o termas romanas.

En cuanto al Museo Arcivescovile, son diversos los objetos de valor que se encuentran en él, como el extraordinario trono diseñado en marfil, del siglo VI o lo poco que se pudo recuperar de los mosaicos de la antigua catedral de Rávena que fue destruida por un seísmo. Allí se encuentra también la pequeña Capilla Arzobispal, que forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad.

Finalmente, el Baptisterio Arriano o Baptisterio de los Ariani es el último de los monumentos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad que es obligatorio visitar. De fuera destaca su diseño octogonal construido con piedras y ladrillos, poco llamativo, pero los mosaicos de la cúpula son, una vez más, de impresión.
En definitiva, una ciudad pequeña pero única en el mundo.

Gastronomía muy elaborada

Solo con dar un paseo por la ciudad nos daremos cuenta de que los habitantes de Rávena aman la gastronomía y no escatiman a la hora de preparar platos bien elaborados. De hecho, dedican gran parte de su tiempo a fabricar su propia pasta, una de las bases más ricas y deliciosas de la gastronomía de los ravennati. Pappardelle, tagliatelle…, sabrosos platos muy típicos de Emilia-Romagna. El carácter de la cocina mediterránea se degusta en cada bocado y el viajero gourmet dispondrá de numerosas ocasiones para descubrir todos los secretos de la cocina ravenesa.

La carne y el pescado también ocupan un gran espacio en la carta de platos típicos de Rávena. Y por supuesto no debemos marcharnos de la ciudad sin haber probado las típicas albóndigas de marisco o alguna de las sopas de la zona del Adriático. Por cierto, si oís que tienen uomininudi (hombres desnudos), sabed que, por raro que os suene el nombre, se están refiriendo a uno de los platos más famosos y degustados de la zona. Los “hombres desnudos” están elaborados con uno de los peces más populares de la región. Se trata de una pequeña especie de pescado del Adriático que se combina con huevos y patata hasta formar una tortilla deliciosa.