Son necesarios como los pilares en una nueva casa

Elena Cid. Pedagoga y directora general de CICAE

Cuando se habla de la necesidad de poner límites en la educación, puede venirnos a la cabeza un padre autoritario, una enseñanza rígida o un mundo de prohibiciones. Pero la educación en los pequeños (y no tan pequeños) tiene que estar regido por unas normas mínimas, que siempre han de estar claras. Cuando los niños van creciendo y desarrollándose, en muchas ocasiones nos veremos con la sensación de que siempre nos llevan al límite, nos tientan, buscan fisuras en nuestro comportamiento o decisiones… Efectivamente es así, parte del aprendizaje, de la construcción de la personalidad y el desarrollo de la libertad pasa por buscar, conocer y forzar los límites. Los límites dan mucha seguridad al niño, y este es un elemento fundamental de su desarrollo. A todos nos gusta conocer las “reglas del juego” y saber lo que se espera de nosotros para medir si vamos por el buen camino. Y ahí entra la labor fundamental de los padres en la educación de los hijos: establecer claramente cuáles son los límites, y que éstos sean proporcionados y explicados. No podemos quedarnos en el primer paso, fijarlos. Tan importante o más es poder consensuarlos, explicar el por qué de las normas y que sean lógicas.

Las reglas sentarán las bases del comportamiento familiar y social, y enseñarán a nuestros hijos cómo interactuar, qué decidir y qué hacer en cada momento y circunstancia. Los límites no deben verse como barreras al desarrollo de la personalidad individual, sino que su función es similar a la de los andamios en la construcción de una casa, la de asegurarse que la vivienda se construya bien, con una buena base y no se derrumbe. De igual modo, las normas ayudarán a nuestros hijos de la misma forma que un manual de instrucciones ayuda a entender a utilizar un juego o aparato.

Cómo incluir normas en el día a día de nuestros hijos
Cuando fijamos reglas, una buena práctica es pedirles ayuda a la hora de redactarlas: incluirles en el proceso les ayudará a interiorizarlas, comprenderlas y hacerlas propias. Por nuestra parte, cuando se cumplen los términos establecidos, debemos reforzar positivamente ese comportamiento, de la misma forma que cuando se sobrepasan los límites, ha de haber consecuencias proporcionadas. El enfado nos conduce a situaciones de frustración y estrés, que debemos evitar, la comunicación y explicación tienen que cobrar protagonismo.

Según la edad de nuestros hijos, las normas necesitarán adaptarse. Por ejemplo, cuando son pequeños, establecer pequeñas responsabilidades, como poner la mesa o recogerla, implica ir enseñándoles a interactuar, a decidir y a ser responsables de sus actos. Los encargos, que tienen unas normas (la mesa se pone antes de comer, cada uno con sus cubiertos, en este orden…), irán calando en el modo de comportarse actual y futuro. Así, poco a poco, iremos ampliando los ámbitos y las funciones, también los límites y formas.

Así, enseñaremos a nuestros hijos a conocer y respetar los límites, y los valores que van parejos, como tolerancia, orden, libertad, verdad, justicia… Sin olvidar nunca que más importante que “lo que se dice”, es lo “que se hace”, los padres deben ser los primeros en dar ejemplo en su modo de actuar. Los niños son esponjas que imitarán nuestro comportamiento y reacciones. En nuestra mano está enseñarles y formarles para prepararlos para tomar las mejores decisiones, ahora y el día de mañana.

Como dijo el Almirante Willian H McRaven, en la conferencia de final de curso de la Universidad de Texas en 2014, “si haces la cama todas las mañanas, habrás realizado la primera tarea del día… Y te animará a hacer una y otra y otra… Si no puedes hacer bien las cosas pequeñas, nunca harás bien las cosas grandes”. Enseñemos a nuestros hijos, a través de pequeñas responsabilidades, pequeñas tareas, normas y maneras, que cuidando los detalles y cumpliendo los encargos encomendados, estarán preparados para acometer las grandes tareas del mañana. Si algún día no salen las cosas bien, las normas han saltado por los aires, no te preocupes, sabes que llegarás a casa y tendrás la cama bien hecha. Una pequeña tarea que te llevará a afrontar el día siguiente con ánimo renovado.