Luis Andrés Domingo Puertas / Historiador y arqueólogo

Precisamente cuando me dispongo a escribir estas líneas, en París arde un templo icónico de la cultura europea, la Catedral de Notre Dame. Ante la tragedia de las llamas y la conmoción por la devastación de esta obra cumbre de la cultura europea, me conmueve la idea de lo que, la destrucción provocada por guerras, hechos accidentales o el simple y menos espectacular abandono, supone para esa parte del Patrimonio Histórico que no goza de una popularidad tan universal pero que, sin embargo, representa una muestra, a veces única, de un hecho cultural más modesto pero que no deja de ser importante. El incendio de Notre Dame movilizará merecidamente todo el esfuerzo posible para recuperar esta joya del Patrimonio mundial, pero no debiéramos olvidar otros bienes culturales que, en muchos lugares del mundo, languidecen tras años de abandono o esperan su turno a que el presupuesto público intervenga para frenar su deterioro o recuperar, aunque sea solo en parte, su antiguo esplendor. Los lamentos por Notre Dame no deben ocultar el lamento diario por ese Patrimonio que no recibe tanta atención o cuyo abandono y ruina se ha hecho costumbre ante nuestros ojos.

En Perales del Río, barrio dependiente de la ciudad de Getafe, situado a orillas del río Manzanares, se conservan los restos, hoy parcialmente restaurados, de la Iglesia dedicada a los Santos Justo y Pastor. Se trata de un ejemplo de ese Patrimonio histórico que ha sido víctima de sucesos traumáticos y cuyos daños, aún hoy, no han sido completamente reparados como debieran. En este caso, fue la Guerra Civil Española la que dejó su dramática huella en el edificio; un daño solo en parte remediado en las últimas décadas por intervenciones de restauración a las que, sin embargo, les falta una decidida apuesta por la rehabilitación para devolver el uso primitivo al edificio o para ponerlo en valor como bien cultural que cuente su propia historia.


Aunque se desconoce quién fue el arquitecto que diseñó esta Iglesia, sabemos que fue construida por orden del Conde de Villanueva y Marqués de Perales, Don Ventura Pinedo y Velasco. Las obras se llevaron a cabo entre 1776 y 1777 y fue consagrada el 22 de febrero de 1778, por el cura de Vaciamadrid, Manuel Jacinto Calderón.

El edificio destaca por su tipología de marcada originalidad estilística y destaca en el conjunto de la arquitectura madrileña del siglo XVIII, evidenciando influencias de la arquitectura noble de Galicia, Andalucía e, incluso, Italia. La Iglesia, de pequeñas dimensiones, presenta planta rectangular, ábside recto y tejado a dos aguas, aunque actualmente carece de cubierta. La fábrica de los muros es de ladrillo, si bien en los paramentos laterales dispone de casetones decorativos de mampostería y cuenta con un zócalo de piedra caliza. Las fachadas exhiben una secuencia de pilastras decorativas de ladrillo que se elevan desde el zócalo hasta el friso. El cuerpo constructivo está coronado por un arquitrabe y un friso de líneas muy sencillas. Como elementos llamativos que rompen la solidez de los muros, destacan en la parte alta de las fachadas una serie de óculos o ventanales redondos, que se disponen, uno en la fachada principal, y cinco en cada muro lateral. En la fachada principal se abre una portada de piedra caliza rematada por arco de medio punto. Sobre ésta, se dispone una ventana rectangular y, más arriba, el óculo mencionado anteriormente. En la restauración realizada en los últimos años, se ha reconstruido la espadaña de ladrillo del campanario que presidía la fachada y que había desaparecido por completo.

Dcha.: interior del templo, detalle del altar con dos columnas coronadas por un frontrón de estilo barroco y espadaña del campanario recuperada y restaurada en los últimos años. (Fotos: Centro Cívico Perales del Río)

En el interior, los muros enlucidos reproducen la serie de pilastras que se muestran al exterior, pero aquí intercaladas con arcos de medio punto moldurados. En el ábside destaca el altar, situado entre dos columnas adosadas, coloreadas y coronadas por un frontón triangular de claro estilo barroco.

Es la Iglesia de los Santos Justo y Pastor de Perales del Río uno de esos ejemplos singulares del Patrimonio histórico que demandan de las administraciones un esfuerzo que permita rehabilitar su identidad original y poder servir así de recurso cultural que mantenga viva la memoria colectiva.