Luis Andrés Domingo Puertas. Historiador y arqueólogo

Una historia de brumas y vagas noticias envuelve lo que fue la antigua Iglesia Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora de la Asunción de Pozuelo de Alarcón. El edificio al que actualmente acuden los creyentes de esta localidad, descansa sobre el silencio de un templo desaparecido, del que apenas quedan algunos documentos que nos permiten desvelar la historia de una borrosa sombra. Las guerras tienden su implacable velo de dolor y destrucción rubricando la tachadura en la que desaparecen vidas, pero también símbolos de identidad colectiva. En Pozuelo, la Guerra Civil borró uno de los edificios históricos más emblemáticos, referencia religiosa que recorrió buena parte de los siglos de esta localidad. El templo que hoy sustituye a la antigua iglesia, es un remedo que no restituye el hueco dejado por la historia, pero a él siguen acudiendo muchos vecinos para rendir culto a sus creencias, cumpliendo con la tradición de un lugar que ha marcado siempre la identidad religiosa y colectiva de la población.

Imagen de la torre de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora. (Foto: Wikimedia)

Apenas algunos documentos de distintas épocas y algunas fotografías de las décadas iniciales del siglo XX, nos hablan de la antigua Iglesia de la Asunción, cuyas primeras noticias se remontan a principios del siglo XVI, si bien cabe la posibilidad de que el templo pudiese existir con anterioridad. A diferencia de la actual iglesia, que se erige en el mismo lugar, en el punto más alto de la Villa, la antigua disfrutaba de mayores dimensiones en planta, mayor altura y estilísticamente presentaba características renacentistas, a las que se fueron añadiendo elementos del posterior barroco. De planta basilical y construida en aparejo toledano combinado con sillares de cantería, contaba con una sola nave en cuyo piecero se situaba el baptisterio y el coro. Los accesos al interior se realizaban por dos portadas, una principal a los pies, decorada con un arco enmarcado de cantería, y otra lateral, precedida por un atrio cubierto y cerrado por un muro. Uno de los elementos más destacados de este antiguo templo era la torre de ladrillo, cubierta por un chapitel, que contaba en el segundo cuerpo con vanos rematados con arco de medio punto para las campanas, una por cada lado de la torre.

En el interior y a lo largo de la nave, adosados a los muros laterales, había algunos altares con retablos, pero el más destacado y del que disponemos de más información es el del altar mayor, de gran mérito artístico. Sin detenernos mucho en el mismo, sabemos que fue un encargo realizado en 1574 por el clérigo Pedro Jordán al escultor Francisco Giralte y que en su realización también participó el escultor Antón Morales y el pintor Diego de Urbina, integrante de la Escuela Italiana que intervino en la decoración de El Escorial.

Algunos estudios indican que el conjunto del retablo contaba con tres cuerpos, cinco calles y un ático coronado con un remate muy ornamentado.

Como dijimos, la trágica circunstancia de que Pozuelo de Alarcón se encontrase en pleno frente durante toda la Guerra Civil acarreó graves daños en la población, que fue frecuentemente bombardeada. La Iglesia de la Asunción fue expoliada y se vio muy afectada por los bombardeos, que hicieron grave mella en su estructura. Acabada la contienda, Regiones Devastadas acometió la reconstrucción del caserío y, en 1941, inició la edificación de un nuevo templo, previa demolición de lo que aún quedaba en pie del antiguo. Se proyectó un edificio de similares características aunque algo menor en planta y altura, con una torre campanario algo más alta.

Izq.: interior y altar mayor de la iglesia parroquial de Pozuelo en la actualidad, Dcha.: antiguo retablo del templo destruido, en parte, durante la guerra civil española. (Fotos: Ayuntamiento de Pozuelo y Archivo Fotográfico de María Esperanza Morón)

En la Iglesia de Pozuelo, vemos el punto y seguido de una historia marcada por el trágico acontecer de una guerra, vemos el silencio de los viejos muros desaparecidos, pero vemos también el fluir de un pueblo que se rehace y busca, en el olvido, la razón de su siguiente paso hacia el futuro.