Luis Andrés Domingo / Puertas
Historiador y arqueólogo

En esta ocasión nos acercamos a uno de los bienes culturales más atípicos de Madrid, un exótico monumento que corona un montículo en el Parque del Cuartel de la Montaña y ha llegado a formar parte de la ciudad más castiza del mundo, rompiendo la lógica del tiempo y del espacio. Porque, si es interesante la remota historia de este templo egipcio del siglo II a.C., no lo es menos su más reciente periplo y las razones por las que, ahora, en pleno siglo XXI y desde hace ya más de cuatro décadas, se encuentra reconstruido y extrañado en una urbe a orillas de un río que nada tiene que ver con el caudaloso y sagrado Nilo. Y, claro, uno no puede dejar de preguntarse por esas dos historias, la que le dio pleno sentido y origen en el Egipto Ptolemaico, y la que, muchos siglos más tarde, le ha traído a este doble exilio, de lugar y tiempo, en el Madrid cosmopolita del presente.

El monumento en su ubicación original.

El templo de Debod eleva en solitario antiguas oraciones a los dioses Amón e Isis, hondas plegarias que retumban al interior de sus gruesos muros de piedra y se funden con un lejano fondo del tráfico urbano. Llegó a Madrid como un regalo de Egipto a España en agradecimiento por la colaboración prestada en el salvamento de monumentos que iban a verse afectados por la construcción de la presa de Asuan, en la región de Nubia. No obstante, las excavaciones y desmontaje del templo de Debod fueron realizados en 1961 por el Servicio de Antigüedades egipcio y una misión polaca, trasladando las piezas a la isla de Elefantina, donde permanecieron hasta 1970, año en que fueron trasladadas a España, tras la donación en 1968 del Gobierno egipcio. La escasa documentación que aportaron las autoridades egipcias y las deficiencias del proceso de desmontaje, obligaron al equipo de arqueólogos españoles, dirigido por el Dr. D. Martín Almagro Basch, a realizar una ardua y compleja tarea de reconstrucción en el emplazamiento actual. El proceso duró dos años y requirió la reintegración de piezas nuevas para suplir a las que habían desaparecido. La inauguración del monumento reconstruido tuvo lugar el 18 de julio de 1972. Hay que decir que la reconstrucción al aire libre en un entorno urbano y en una climatología como la de Madrid, ha planteado importantes debates sobre su conservación, dado que, en dichas condiciones, el templo padece una lenta pero constante degradación.

En lo que se refiere a su origen, se viene atribuyendo su construcción al rey nubio Adikhalamani de Meroe, quien mandó erigirlo a principios del siglo II a.C. en Debod, una localidad del sur de Egipto. El conjunto religioso se concibió como una capilla en honor del dios Amón, si bien posteriormente la diosa Isis fue adquiriendo relevancia en el culto, desplazando a Amón a un segundo plano, junto a otras divinidades de ascendencia nubia.

El templo, tal y como ha llegado a nosotros, es el resultado de una larga sucesión de fases constructivas que parten del proyecto inicial y fueron modificando su fisionomía. La más antigua es la conocida como Capilla de los Relieves que, ya en época de los reyes Ptolemaicos, quedó integrada y oculta al exterior por nuevas ampliaciones, añadiéndose una naos y otra sala. Con la dominación romana de Egipto, el templo siguió en uso y fue objeto de nuevas reformas durante el cambio de era, bajo los emperadores Augusto y Tiberio. En este momento, se añade la pronaos con la fachada de cuatro columnas que hoy puede contemplarse, así como un pequeño edificio adosado al templo. Con los romanos, se añadieron nuevas divinidades al elenco de las veneradas en el templo, mostrando ese sentido práctico con el que los romanos asimilaron diferentes culturas a la suya, interpretando e integrando tradiciones religiosas. En el siglo VI d.C., con la generalización del cristianismo en el Imperio romano de Oriente, el emperador Justiniano decretó la clausura y cierre de todos los templos paganos que pervivían, con lo que la historia del Templo de Debod entraba en un largo periodo de abandono y olvido. Sus muros aún recuerdan todo aquello y Madrid es testigo.