En 1942, los submarinos alemanes hundían en gran número los cargueros aliados que cruzaban el Atlántico. El Departamento de Defensa de los Estados Unidos solicitó un avión capaz de transportar toda esa carga por aire. Como el aluminio era un material estratégico el aviador y magnate Howard Hughes propuso su solución: el Hughes H-4 Hercules, un gigantesco hidroavión de madera. Sin embargo, no llegó a tiempo y fue el 2 de noviembre de 1947 (dos años después de finalizada la guerra) cuando el «el aserradero volante» se remontó 21 metros sobre las aguas, cubriendo una distancia de 1,5 km. Con sus 97 metros de envergadura y sus 66 de longitud, es el avión de madera más grande del mundo. Pero no volvió a volar.