Elena Cid. Pedagoga y directora general de CICAE

Todas las personas reaccionan mejor si se sienten valoradas, acogidas, escuchadas, queridas. En un entorno positivo, las personas son capaces de dar lo mejor de sí mismas, son más capaces de aportar a su entorno y tienden a colaborar con quienes le rodean.

Hace poco que los colegios de CICAE hemos regresado de un viaje de investigación pedagógica visitando diferentes colegios de mucho prestigio en Canadá. En varios de los centros, los directores comenzaron su discurso de bienvenida hablando de que su principal objetivo era conseguir un buen clima de aprendizaje, ya que consideraban que un entorno favorable era una condición básica para que cada alumno desenvolviera mejor sus potencialidades. Sorprendía ver lo cómodos que se sentían los alumnos en sus colegios, no flotaba en el ambiente esa sensación de temor a la autoridad que aún se respira en muchos centros educativos de España.

La organización de las escuelas modernas parece haberse inspirado en otras instituciones pensadas para otras funciones, los cuarteles y los conventos. Los primeros se centran en la disciplina, la jerarquía y la obediencia, la discusión no cabe y la comunicación es unidireccional. Los conventos hacen hincapié en la oración, el orden y el silencio. Ambas instituciones han tenido la oportunidad de irse depurando a través de una larga historia y han probado su eficacia para el fin que cada una tiene encomendado.

Aunque cumplen funciones diferentes pero necesarias, las escuelas del futuro no deben mantenerse bajo la influencia de estos sistemas de organización institucional, sino estar centrada en la comunicación, pues es la tarea principal que se realiza. Comunicamos conocimientos, comunicamos valores. Y el objetivo es integrar a las personas en la sociedad, capacitarlas para el desempeño laboral y para la vida en su comunidad.

 

La importancia del diálogo en la educación. La tradición autoritaria en la escuela determinaba un modelo de comunicación en el que había una parte que tenía el poder, el conocimiento y la razón. El profesor imponía su autoridad, disciplinaba a los alumnos quienes debían obedecer, incluso con castigo físico. Estos maestros se quedaron descolocados cuando llegó una sociedad democrática que no permitía estos abusos, en la que los alumnos también tienen derechos. Este modelo era eficaz para conseguir ciudadanos sometidos y obedientes, pero no sirve para formar ciudadanos seguros de sí mismos, con capacidad crítica, con iniciativa. Quizá forma personas más fuertes y capaces de enfrentarse a la adversidad, pero a costa de que muchos no soporten sus métodos o no superen sus exigencias.

 

El profesor del futuro se parece más al entrenador, es exigente y acompaña al alumno en el proceso de aprendizaje. No se conforma con señalar las metas y sancionar a los que no han obtenido los objetivos. Ha de ser cercano, capaz de escuchar, el aprendizaje es un diálogo, la inteligencia del que enseña es ante todo capacidad de conexión con la mente de los alumnos, para comprender hay que insertar los nuevos conocimientos en una mente que tiene su propia estructura, hay que dialogar con cada nuevo conocimiento para integrarlo.

 

Desde la actividad de aula hasta la organización del colegio, todo debe estar bañado por los principios de la comunidad escolar. Los padres forman parte de ella, ya que son los más interesados en la formación de sus hijos. Por ello deben participar en la vida escolar, relacionarse con el tutor, colaborar en las aulas cuando sea posible, acudir a los eventos escolares o promover iniciativas. Los alumnos deben participar en la organización escolar, como organizar una salida escolar, resolver problemas de convivencia, colaborar en la organización de los estudios, promover iniciativas, son cosas que sirven para que desarrollen su inteligencia práctica, son ocasiones para el aprendizaje.

Cuando una escuela está mandando constantemente mensajes negativos es que algo va mal. La mejor manera de resolverlo no es seguir por el camino de la imposición y la sanción. Si alguien solo te señala tus errores y critica cuanto haces, tenga razón o no, tiendes a rechazarlo. Lo mismo sucede en los colegios, es imprescindible desaprender cuanto vivimos en las viejas escuelas y reaprender que se puede enseñar mejor acercándose a los alumnos, escuchándolos, dándoles capacidad para criticar, para tener iniciativas. Personalizar el aprendizaje es, ante todo, dirigirse a cada alumno pensando en que cada uno tiene un potencial que hay que ayudar a desarrollar, que cada estudiante tiene un camino para conseguir llevar al máximo sus potencialidades y que lo logrará mejor si se siente querido, escuchado, acogido.