Para el doctor Alfredo Pintado King su trabajo es su pasión. Ha pasado por diversos puestos dentro del mundo sanitario, pero no cambia por nada el estar en contacto con sus pacientes. Muchos de ellos le conocen desde hace 28 años, el tiempo que lleva ejerciendo de médico de familia en la localidad de Boadilla del Monte. Una profesión que le marcó en su paso por África y que por ahora se resiste a abandonar, porque disfruta de ella.

“Si tuviera que reencarnarme, volvería a hacer medicina”

Pregunta.- ¿Desde qué año lleva ejerciendo la medicina en Boadilla?
Respuesta.- Desde el 92, estábamos en el viejo consultorio de la calle García Noblejas.

P.- Antes de venirse aquí a Boadilla, ¿dónde estuvo?
R.- Justo antes de venirme aquí estuve en la dirección médica del hospital Severo Ochoa durante seis años, también hice un máster de gestión sanitaria en la Escuela Nacional de Sanidad.

P.- ¿Por qué decide dejar ese puesto de gestión y tratar otra vez con el paciente?
R.- Cuando dejo el Severo Ochoa, las siguientes ofertas de trabajo que tengo son fuera de Madrid y por aquel entonces era difícil trasladar a una familia completa, así que tuve que rechazarlas. Cuando llega la oportunidad para uno en la capital ya llevaba un tiempo trabajando en Boadilla, me encontraba muy a gusto y preferí la labor asistencial a la de gestión. No me arrepiento y aquí sigo.

P.- ¿En qué momento de su vida se da cuenta de que quiere ser médico?
R.- No fue una vocación desde pequeño. Fue en el colegio, poco a poco, porque me gustaba la biología y la química. No tengo ningún familiar médico pero cuando iba al pueblo y había matanza me apuntaba el primero a mirar y meter mano (risas).

P.- ¿No eligió ninguna especialidad?
R.- Verás, acabé la carrera en el 79 y los últimos meses de hospital estuve metido dentro del servicio de Pediatría. Ya de médico empecé a ejercer de pediatra en consultas extrahospitalarias, y pretendía hacer esa especialidad en un futuro próximo. Sin embargo, un día leí una noticia que decía: “Ministerio de Sanidad de España, a través de Cruz Roja, busca con urgencia inmediata médicos para cooperación internacional en África (Guinea Ecuatorial)”. Presenté mi currículum, y a los dos días me hicieron una entrevista, y como había puesto que llevaba unos meses ejerciendo la pediatría, y todo hay que decirlo, no encontraban voluntarios porque eran tiempos en que la gente estaba acomodada, pues me ofrecieron el puesto y en menos de una semana aterrizaba casi con lo puesto. Fue una gran experiencia de una pediatría básica, en un país que iniciaba su reconstrucción tras un periodo de caos, en el que estaba todo por hacer. Iba para unos meses, y… me quedé tres años. Allí ejercí la labor asistencial en el hospital con los pocos medios que teníamos. La mortalidad infantil era alta, muy alta, sobre todo por enfermedades infecciosas. Pronto comprendí la necesidad de montar una campaña de vacunación infantil, y me volqué en esa campaña en la que hubo que llegar hasta el más recóndito poblado. Lo mismo tenías que viajar para vacunar, por pistas forestales con vehículos todo terreno, que atravesar estuarios de ríos en cayucos (lancha construida ahuecando un árbol), o aterrizar en mitad de la selva para llegar a las islas lejanas con los aviones del ejército español. De paso había que gestionar la cooperación para conseguir ayudas, y cuando con frecuencia no había material… a improvisar tocaban. Fueron unos años apasionantes de mucho trabajo, pero feliz, muy feliz con los niños. Luego, cuando volví a España, lo primero que tuve fue una oportunidad de oposición de médico de familia, y ya me quedé con los adultos para abandonar definitivamente a los niños.

P.- ¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?
R.- El trato con el paciente. Eso fue lo que me hizo volver a la parte asistencial y no a la de gestión. La gestión tiene muchas compensaciones pero no tiene el trato con el paciente.

P.- ¿Qué hay que mejorar dentro del sistema sanitario para dar un mejor servicio al paciente?
R.- Creo que se están mejorando muchas cosas, como el intento de humanización. El que nadie se sienta, cuando llega al sistema, como un número. En el hospital, antes era todo mucho más impersonal. Enfermería, por el contrario, tenía muy buen trato con el paciente, pero el médico de antes tenía un trato más distante. Era una época en la que lo del consentimiento informado casi no se llevaba. Antes te operaban y no se explicaba casi ni por qué. Pero ahora, se le explica al paciente de qué se le va a operar, sus riesgos, lo que tiene que firmar antes de la operación, la visita del cirujano en planta preguntando al paciente, no sólo va a mirar la herida, sino que habla y se interesa por él. Esos son los planes de humanización que es una asignatura que siempre hemos tenido pendiente y a la que ahora se le da importancia.

P.- Y por parte del paciente, ¿hemos mejorado o no?
R.- Creo que el paciente lo que ha hecho, y es inevitable porque las tecnologías avanzan, es informarse un poco mejor. El paciente es ahora un poco más reivindicador de pruebas, es ahora menos sumiso y conoce mejor sus derechos, cosa que no me parece mal.

P.- ¿Cómo ve la atención sanitaria en un futuro?
R.- Hay una tendencia a la que no acabo yo de subirme y que la critico un poco y es la teleconsulta informática. ¿En qué consiste esto? El paciente viene a consulta y si tengo dudas sobre lo que tiene, en el mismo momento mando una teleconsulta al hospital para que me lo aclaren. Ellos me contestan en 24/48 horas. Pero yo no quiero que me contesten, lo que quiero es que se hagan cargo del paciente en un tiempo razonable, que se lo lleven y sea su paciente hasta que crean que lo tienen que devolver. Están intentando ir por esas líneas para reducir listas de espera, pero no se trata de reducir listas de espera de cualquier manera, se trata de seguir atendiendo al paciente “cara a cara”, y no a través de un informe en papel.

Otro problema sanitario que tenemos claramente de cara a los próximos 30 ó 40 años es el envejecimiento de la población. Hay que sacar algunos de los recursos hospitalarios para hacer equipos de valoración ambulatoria extrahospitalaria. Habría que montar un sistema de valoraciones, dependiendo del hospital, de geriatras o internistas que en un momento dado vayan a ver casos un poco más complicados, fuera del hospital. Ese será el gran reto.

P.- ¿Hay alguna anécdota que le haya marcado?
R.- Posiblemente mi época en África. El pasar consulta en la selva en una cabaña de madera a la luz de un quinqué de petróleo, marca mucho. Cuando ibas por los poblados se te hacía de noche y todavía quedaba una fila de niños por vacunar o atender, sacabas el quinqué de petróleo que era lo que llevábamos, porque ya no veías la cara a ninguno y adelante. Hacíamos las consultas y las vacunaciones y al día siguiente a otro poblado. Fue una época muy bonita, pero también muy dura porque moría mucha gente, muchos niños.

P.- ¿Le queda algún sueño por cumplir a nivel profesional?
R.- No, creo que cuando me vaya estaré tranquilo y a gusto. Estoy contento, soy de los que dicen que si tuviera que reencarnarme volvería a hacer medicina. Fíjate, te voy a decir una cosa, hace un mes eché los papeles para quedarme más porque me jubilo este año, pero por ahora me voy a quedar un año más. ¿Y sabes por qué? Porque no me lo paso mal y porque me gusta estar pendiente de mis pacientes.

Texto y foto: Ayer&hoy